Por Gabriela Mattacotta
El Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género nos lleva a pensar el mundo 30 años atrás. Somos conscientes de la importancia de la institución para legitimar un grito. La valoramos y cada vez que podemos la repetimos: “En 1990 la OMS dijo que la homosexualidad no es una enfermedad”. Así, sencillo, de fácil comprensión.
Sin embargo, a 30 años nos vemos obligadxs a reafirmar y a dar discusiones para abrir espacios, instituciones, cabezas, cuerpos. A 30 años necesitamos transformar aún manuales, libros, organizaciones, políticas, lenguajes, miradas, Estados.
No nos gusta plantear que las personas que no están de acuerdo o rechazan la diversidad sexual, las orientaciones y las expresiones de género desarrollan una fobia –homofobia, transfobia, bifobia–, porque hablar de fobia es tropezar otra vez con la enfermedad, con el modelo médico hegemónico que determina lo sano de lo enfermo y, en consecuencia, con una normalidad en relación a esos parámetros.
Se trata de pensar y sentir el amor. No hacia quién se dirige, sino qué formas lleva: respetuosas, cariñosas, igualitarias, libres…
Se trata de pensar y sentir el amor. Desde qué cuerpo se dirige y con qué cuerpos se encuentra, todos correctos.
¡Se trata de pensar y sentir el amor!
Que el #quedateencasa no te deje en el armario
Que el #quedateenelbarrio no te deje en soledad
Que el tapabocas no ahogue el grito, el reclamo, la rabia
Que la hegemonía de la salud enfermedad no invisibilice un proceso de decisiones
Que la pandemia construya redes comprensivas y empáticas
Que el ocre otoño Covid-19 se tiña de rojonaranjaamarilloverdevioleta