Carolina Elwart
Leandro Ubilla
José Luis Morales
Finaliza una etapa, la de la primavera democrática iniciada en 1983. Esa que se jactó de ser democrática, pero solo en lo político, porque en lo social y económico dejó una Argentina devastada. Las persianas bajas, la inflación por las nubes y el hambre apretando los estómagos de los de abajo, que se arrojan al saqueo en busca de lo que el sistema no puede dar. Acto instintivo que materializa la profunda desigualdad del sistema.
Así se fue la década del ’80, entre milicos carapintadas que se negaban a ser juzgados, en un contexto de crisis económica que no solo disciplinaba las fuerzas sociales díscolas, sino que además abría las puertas a las reformas que un futuro promisorio necesitaba. Esa década, la de la guerra, la del rock, la de los juicios, la del mundial, terminaba en un incendio que amenazaba con quemarlo todo.
El año 89 nos escupió en la jeta un futuro borroso, una argentinidad en crisis y una democracia precaria, muy precaria. Si existía una seguridad en esos años, estaba dentro nuestro, no afuera. Afuera todo ardía. Un joven O’Connor lo vociferaba en el quinto corte de la primera placa de Hermética que justamente salía a la luz ese año. Nadie mejor que Iorio para traducir ese espíritu epocal decadente que inundaba nuestros días.
De “Hermética”, primer disco de la banda, esta canción marca con su música y su letra un derrotero a seguir por Ricardo Iorio.
“Ajeno al tiempo / sé que quisieras seguir, / pero mil voces te ahogan / para que formes la cola del seguro porvenir”. Las masas que hacen que el pobre individuo no pueda desarrollarse y tenga que buscarse un seguro porvenir, pero ese futuro es de larga espera.
“Por eso te vi escapando / en las horas sin sol, / de las miradas oscuras / que aprobaron las torturas del fugado represor”. Muchos grupos sociales aprobaron el último golpe de Estado: la oligarquía que siempre se apoyó en los militares para sacarse de encima a los que importunaban su propiedad privada o su comodidad, la Iglesia que era incomodada por los ateos y por todo aquello que no fuera occidental y cristiano. Muchos que se escapan en la oscuridad después de haber apoyado la tortura y la represión.
“Que no te demore el mundo, no, / poniéndote el antifaz. / Y buscando acomodarte / en medio del derrumbe de su decadencia”. El antifaz, el símbolo de la careta del mundo que demora, que pone palos en el camino del que quiere salir. Y lo único que va a hacer ese sistema es acomodarlo en la decadencia del mundo que se cae a pedazos. El mundo no quiere que el sistema cambie, quiere que las personas se acomoden al sistema podrido.
“Pues la enfermante histeria / que hay a su alrededor, / tratará de agotarte / para que formes parte de su digestión”. La decadencia, la histeria, la enfermedad de un mundo sin salida lo va a hundir al ser humano, que quiere salir como una parte más de la digestión, se lo va a comer solo para que sea parte del sistema en decadencia.
“Y en su falso amor, / padecen de pasión. / Antes de arrepentirse de su error”. Referencia aquí más directa a la Iglesia y a su falso amor falto de pasión, La Pasión que llevan como bandera pero que termina siendo una hipocresía. Aún hoy no hay de parte de la Iglesia un arrepentimiento por acompañar a los torturadores.
“Mata el miedo que guarda el animal. / Limpia el cuerpo, pues dentro de él estás. / Si buscas libertad, ya no andés por fuera. / Hombre de mil nombres naces ya, naces ya”. Lo que el ser humano debe buscar, lo debe hacer dentro de sí mismo. Nada que esté fuera de él será su salvación, la libertad la debe buscar y la encontrará en el renacer del hombre de mil nombres.
