Por María Teresa Canelones Fernández.- No elegimos nacer, pero agradecemos la vida. Hay quienes no. La biología argumenta que fue nuestra elección competir entre millones de espermatozoides y ganar la carrera, y las religiones presentan a Dios como un voyerista que observa en primera fila la devoración de los sexos y solo bendice el acto de haber una fecundación.
La ciencia inocula la “competencia” y la religión una teoría romántica concluyente que desestima historias, contextos y experiencias humanas partiendo de realidades inamovibles, y aunque muchas tengan que ver con altas dosis de amor sentimental y de proyección familiar, otras no responden a un deseo de concepción, sino de satisfacción y placer, como un hecho natural de la vida.
Tener relaciones sexuales, más allá de ser una necesidad fisiológica, emocional y psicológica, también es una “decisión”, y las enfermedades y los embarazos no planificados una posible consecuencia. Sin embargo, en el siglo XXI, la Iglesia Católica sigue estando en contra de los métodos anticonceptivos y las enfermedades de transmisión sexual continúan siendo informadas como fenómenos sociales aislados que solo pueden afectar a homosexuales y a quienes mantienen relaciones abiertas. Asimismo, el aborto seguro y legal es rechazado cuando la lógica de esta práctica implica un acto de responsabilidad en un mundo cuyas sociedades se reproducen por costumbre y tradición… Continúa leyendo La sociedad de la reproducción