«Balada de un hombre común»: si no fuera una película triste, sería el paraíso

Por Gloria Kreiman

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«Balada de un hombre común», de los hermanos Coen y de 2013, no es una de las películas más conocidas o recordadas de estos directores, pero para mí es una de las más hermosas y profundas, y además bastante diferente al resto de sus creaciones.

Transcurre principalmente en Greenwich Village, una zona que fue, durante los 50, epicentro de escritores, poetas, estudiantes, músicos -Dylan o Kerouac, por ejemplo-, y que sentó las bases de lo que más adelante fue el movimiento Hippie. Hoy Greenwich Village es un barrio residencial, de clase media alta y bastante turístico, pero sigue manteniendo una impronta cultural y bohemia.

El film cuenta un fragmento -durante 1961- de la vida de Llewyn Davis, un músico de folk incomprendido y con problemas de plata, de amor y de ánimo que busca conseguir cierto éxito artístico, entre otras cosas.

Uno de los elementos que más me gusta de esta película es la banda de sonido, no solo porque tiene canciones hermosas con una interpretación muy linda del protagonista Oscar Isaac, sino también por la forma -muy sabia, muy precisa- en la que estas canciones se vinculan con las imágenes.

Y otra cosa que me gusta es que logra un tono perfecto, es una película sobre alguien que la está pasando mal pero no cae ni en golpes bajos ni tampoco en un embellecimiento épico de las situaciones. Es simplemente una historia triste bien narrada, bien dirigida y bien actuada.