“Canción de Alicia en el País”

Carolina Elwart
Leandro Ubilla
José Luis Morales

Eduardo Galeano definió a Maradona como un “Dios sucio”, porque el Diego no solo era la divinidad en la Tierra por su destreza futbolística, sino porque era el más terrenal, por sus excesos, sus transgresiones, sus errores, sus opiniones políticas, sus orígenes. En definitiva, el Dios más parecido al hombre común. Un ídolo con el cual la gente se identificaba muy fácilmente.

Si en el rock existiese un panteón de dioses, Carlos Alberto García, “Charly”, sería uno de los principales, no sabemos si el más importante, pero sí el “sucio”. Charly el creador, el histriónico, el imaginativo, el transgresor, el talentoso niño que tocaba Chopin y odiaba la música popular. Luego el pibe que armó una banda de rock en la secundaria a fines de los años 60 y también el que se arrojó a una piscina desde un noveno piso. Charly el de las mil vidas. No hay un solo camino del rock argento que no posea su huella. Su capacidad artística se desató en su adolescencia y no paró jamás: primero Sui Generis, luego La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán, y finalmente Charly y solo él.

Esta canción sorteó todas las censuras, todas las miradas de los dictadores que andaban con la tijera de cortar libertades y los fusiles de callar conciencias. Charly aprovecha la figura de “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll, como si fuera una historia para chicos, para hablar de la realidad del país. La metáfora y el símbolo acompañan esta canción.

“Quién sabe Alicia este país/ no estuvo hecho porque sí”: alguna razón para que este país exista debe haber. Te querés ir pero no podés: “dónde más vas a ir?”. Aquí, en este país, cada objeto cumple su función: “el trabalenguas, trabalenguas / el asesino te asesina”. El trabalenguas, metáfora de la censura, de lo que no se puede decir y se debe decir trabado para que no se entienda. Y los asesinos están ahí para matarte, no solo los cuerpos sino las conciencias, las libertades. La picana eléctrica que trababa las lenguas de los torturados.

“Se acabó ese juego que te hacía feliz”: el juego es usado como distractor. ¿Y cuál es el juego?, ¿la vida? “No cuentes lo que viste en los jardines, el sueño acabó”: no te metas, algo habrán hecho, el sueño de libertad. “Ya no hay morsas, ni tortugas”: otra vez Charly juega con imágenes de cuentos maravillosos, animales que parecen inofensivos; pero la morsa era Onganía, recordado como un tirano cruel que pensaba eternizarse en el poder y que, al lado de Videla, era de un jardín de infantes. La tortuga era el apodo de Illia, presidente radical que gobernó al inicio de los 60 y fue derrocado justamente por Onganía.

“Un río de cabezas aplastadas por el mismo pie/ juegan cricket bajo la luna”: el pie opresor y asesino; esas cabezas juegan un juego elegante muy inglés, pero criminal. “Estamos en la tierra de nadie, pero es mía”: frase que se usa para hablar de tierra arrasada, sin límites sin seguridad, pero el yo lírico la rescata a esa tierra, dice de acá no me voy, la peleo, lucho porque creo en mi país.

“Los inocentes son los culpables, dice su señoría,/ el Rey de espadas”: ese es el mismísimo Videla, quien dice que las víctimas de la represión son los culpables porque algo habrán hecho, porque son extremistas, comunistas, ateos y orientales. Porque el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional se llamaba a sí mismo derecho y humano, occidental y cristiano. “No cuentes lo que hay detrás de aquel espejo/ no tendrás poder /ni abogados, ni testigos”: no hay hábeas corpus, ni derechos que protejan a los ciudadanos, nadie ve nada. Es interesante que utilice el símbolo del espejo que ya utilizaba Lewis Carroll en “Alicia a través del espejo”.

¿Y qué hay a través del espejo? “Enciende los candiles que los brujos/ piensan en volver/ a nublarnos el camino”: el brujo era López Rega, el creador de la Triple A, el que originó las primeras persecuciones ilegales con esa fuerza paralela, parapolicial. Esta es la tierra de todos que se construye ruina sobre ruina, todo está destruido pero hay esperanza, siempre la hay. Aún en el medio de la muerte que se vivía en esa época algo se podía hacer, se podía salir… y salimos.

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