Una mirada literaria del Manifiesto Comunista

Por Bautista Franco

El Manifiesto Comunista es, sin duda, la más famosa proclama de la teoría política y el más famoso manifiesto de la era moderna. Un pequeño texto publicado el 21 de febrero de 1848, originalmente en alemán, que al poco tiempo ya corría velozmente entre las filas de obreros de todo el mundo y que, en estos tiempos agitados, retoma su vigor.

Escrito por Karl Marx y Friedrich Engels por encargo de la Liga de los Comunistas, desarrolla las bases del marxismo, algunos debates de ese momento y sus tareas. 

Es la intención que el ávido lector se haga eco, de manera escueta, del carácter literario que las páginas de esta obra prestan. Lamentablemente la barrera del idioma impide el acceso a la completa comprensión de la belleza del texto y debemos conformarnos con nuestras, aunque buenas, incompletas traducciones. En este texto se nota la pluma principal de Karl Marx, que descollaba en calidad literaria, presente en su extensa escritura hasta el día de su muerte. 

Al igual que grandes poemas de la historia, con la necesidad imperiosa de llamar la atención y de atrapar al lector o al oyente, según el lado en el que esté, inicia con bombos y platillos, desplegando poesía: 

Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.

Es un inicio triunfal, ingresa una metáfora en la mente del lector, como un cuento de fantasmas, y brinda con una sola palabra un cuadro en el que el Papa y otros enemigos arremeten en santa cacería contra el espectro.  

Habita en las palabras la capacidad de un pincel y, aunque esto pareciera alejarse del carácter literal que debiera tener el  texto, no hay nada más lejano. Es que los planteos científicos deben necesariamente encontrar un sistema expresivo, una forma de comunicarse y en esa expresión es que se encuentra un Marx cargado de giros literarios que no menoscaban su capacidad científica sino que la refuerzan. Nuestra persona de interés no fue siempre un economista, sino que desde su niñez fue un ávido lector de las principales obras de la literatura universal un influjo que se mantuvo durante toda su obra. 

El filósofo Moses Hess, en una carta enviada en 1841 al poeta Berthold Auerbach, habla del joven alemán: «Disponte a conocer al mayor, quizás el único filósofo genuino vivo (…) Imagínate a Rousseau, Voltaire, Holbach, Lessing, Heine y Hegel reunidos en una sola persona –digo reunidos, no revueltos– y entonces tendrás al doctor Marx». Manifiesta así el encanto literario que generaba el joven, que en esa época estaba lejos de concretar cualquiera de sus mayores obras. 

El primer capítulo del Manifiesto, luego del prefacio, comienza:

La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.

Libre y esclavo, patricio y plebeyo, barón y siervo, ciudadano del gremio y compañero, en resumen, el opresor y el oprimido se oponían constantemente entre sí, libraban una lucha ininterrumpida, a veces oculta, a veces abierta, una lucha que era cada vez con una transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la caída común de las clases combatientes.

Era sin duda un gran contador de historias de fogón, aunque el tiempo nos haya impedido comprobar eso. En ese capítulo busca desarrollar un cantar solemne para adentrarse más y más en los debates a los que pretende llegar, que se ven enriquecidos con las figuras de la poesía. En el Manifiesto las figuras de elipsis, de aliteración, metáforas, repeticiones  y demás sirven no solo como forma de la belleza, sino también para retratar de manera simple y comprimida los conceptos que busca enseñar a los trabajadores.

Un escritor venezolano, Ludovico Silva, escribió un pequeño libro llamado “El estilo literario de Marx”, que retrata, en términos generales, las características centrales del estilo del genio de Tréveris, y aunque poco se detiene en el Manifiesto, es también un texto recomendable que delata las figuras y las intenciones del estilo de Karl Marx.

Es en este texto, que ocupó solo 27 páginas, donde no solo se manifestaron ideas trascendentales a la historia, sino que incluso, con una forma casi poemaria, se despliega una gran economía del lenguaje que, sin caer en la pobreza, revela gran capacidad literaria de un Marx en la flor de la juventud, como lo demuestra el impetuoso final: 

Que tiemblen las clases dominantes ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder salvo sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.

Rimbombante remate que deja el ansia de un poco más, la emoción del texto que acaba triunfal sobre los hombros del lector, que ahora debe superar esas palabras. Más allá de su belleza y su expresión formal, no debiera ser  su destino congelarse en la tinta y la repetición mecánica de las frases para satisfacción estudiantil. Para realizarse como texto, necesariamente debe tomarse en manos de los trabajadores del mundo hasta convertirse en obsoleto. Es el Manifiesto un planteo programático y una promesa de un mundo mejor, construido sobre las ruinas de la “antigua sociedad burguesa”. Este texto, sin más, es la invitación a su lectura.

Léalo aquí: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm

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