Carolina Elwart
Leandro Ubilla
José Luis Morales
El telón que abrió la década del noventa fue la caída del muro de Berlín, el fin del comunismo real y con ellos el fin de la Guerra Fría, pero sólo de esa guerra, porque ya en 1990 los yankees iniciarían, en Medio Oriente, la famosa Guerra del Golfo provocada por la invasión de Irak a su pequeño vecino Kuwait y en ella, el estimado gendarme del mundo, demostrará una vez más que la democracia con sangre entra, así como entra el mercado también. Si la historia nos ha dejado una enseñanza, particularmente sobre la historia del país más militarizado del mundo que brega por la libertad y no tanto por la igualdad, es que la democracia liberal y el mercado se necesitan mutuamente. En nuestras tierras latinoamericanas esa enseñanza tendrá la forma del famoso Consenso de Washington, estilismo que por mentiroso no deja de ser cierto, porque de consenso no tenía nada más que la imposición aggiornada de desmantelamiento del Estado de Bienestar. Y así, mientras el Estado se retraía el Mercado se expandía, construyendo y reconstruyendo nuevas subjetividades para nuevos tiempos. Tiempos de goce, de hedonismo e instantaneidad. El goce sólo puede llegar si se satisface el hambre irrefrenable e insaciable de consumo. La década del noventa es una década en la que nos arrojamos al consumo, a una vida que pretende consumir, porque el consumo no es siempre algo real y concreto, a veces es solo un horizonte al que apostamos, al que queremos llegar, como la zanahoria frente al conejo o la liebre frente al perro o la oveja frente al lobo.
El espejismo es una ilusión, algo que parece que está pero no es así. “La tierra gira, hoy, menos veloz” lo que siempre sucede de modo inevitable sigue sucediendo pero lento, algo se detiene. “En ciertas cosas, el diablo siempre es neutral”: no se le puede echar la culpa de todo al diablo, algunas cosas son culpa nuestra. Y este espejismo pasará, esto que es ilusorio pasará. ¿Pero qué es el espejismo? “Cerrá los ojos y ves la boutique del rock” en este verso aparece el espejismo, la boutique del rock es la que maquilla, la vidriera, la moda; el rock que nació como contracultura y contrahegemonía ya forma parte de la moda “y sus jugadas que siguen saliendo bien”. Los Redondos que habían vivido en comunidad pensando en un cambio profundo de la sociedad se sienten decepcionados, sobre todo el Indio, autor de la letra. “Lo mejor de nuestra piel es que no nos deja huir…” está decepcionado, desilusionado, este espejismo no es lo que creía, pero sigue siendo el Indio, sigue componiendo rock porque no puede huir de sí mismo y tampoco quiere aunque la desilusión sea grande.
“Contra las cuerdas vas a desafinar canciones tristes, dueñas del corazón” doble juego entre el boxeo y la música: el tipo que está a punto de ser noqueado va a tocar algo triste, una melancólica música como la de la propia canción Espejismo, porque está acorralado en su tristeza. “Borra el rastro tu dolor y ya no te arrepentís”: lo que acaba de componer, esta misma canción elimina ese dolor, el proceso creativo ha limpiado la tristeza. Sabe que es un espejismo que aquello que fue una ilusión no puede terminar, la lucha contra el sistema está perdida desde el inicio y aún así se hará.
