Carolina Elwart
Leandro Ubilla
José Luis Morales
La década de los 60 se parece mucho a una montaña rusa, pero no a una tradicional que posee subidas, curvas, rulos, descansos y caídas vertiginosas, no. La montaña del 60 es una que por varias razones históricas solo posee descensos y rulos que nos hacen girar en curvas infinitas de velocidad, transformación, cambios profundos y adrenalina. Se inicia con la Revolución Cubana y la liberación de Argelia, continúa con la guerra injusta que el imperio estadounidense lleva adelante en Vietnam y que justamente perderá. Los movimientos sociales que sacudirán los cimientos de la sociedad: Panteras Negras, o el movimiento de desobediencia civil en Estados Unidos, o la famosa Primavera de Praga, donde el grito de los jóvenes checos y eslavos no pudo ser apagado por los tanques rusos.
Todo esto marcará un ritmo de transformación irrefrenable a finales de la década. Aquí el Cordobazo, movimiento estudiantil obrero de protesta en la Argentina. Los hábitos cotidianos y culturales no quedarán al margen del rulo de transformación de esta montaña rusa: el jean, el pelo largo, la minifalda, la comida rápida, entre otros, marcarán nuevas formas de relacionarnos con la materialidad del mercado. Y la música no quedará ajena de los nuevos formatos estético–artísticos de los Beatles, los Rolling y el nacimiento del rock and roll internacional.
En nuestro país la posta del impulso transformador musical de la década será tomada por Manal, banda formada en el año 1968 con un estilo muy propio que mezclará varios estilos como el blues, soul, cool y rock; además, en su camino transgresor será uno de los propulsores del rock pesado.
Junto con “Jugo de tomate frío”, “No pibe” se erige como ícono del grupo: letras sencillas, directas, sin adorno metafórico, pero con verdades dichas a los gritos para quien quiera escuchar. Una crítica feroz a la sociedad pacata de la época, basada en el éxito capitalista y burgués.
La letra comienza con una negación y mantiene esa negación a lo largo de toda la canción. Pareciera un recetario de todo lo que no hay que ser ni hacer para ser feliz y vivir en este mundo.
“No hay que tener un auto /ni relojes de medio millón /cuatro empleos bien pagados, /ser un astro de televisión”: buscar el dinero y la fama no nos hará personas con amor sino con posesiones banales. “No debes cambiar tu origen /ni mentir sobre tu identidad. /Es muy triste negar de dónde vienes /lo importante es adónde vas”: rescata la importancia del autorreconocimiento, la anagnórisis para los griegos, saber quién es uno para desde ese lugar construir su futuro y jamás renegar de ese pasado. “No hay que viajar a Europa /ni estudiar en la universidad, /tener títulos de nobleza /o prestigio en la sociedad”: es una crítica a la aristocracia argentina que busca en los títulos un refugio… el ser alguien en la vida relacionado con ser algo: médico, abogado, arquitecto, ingeniero. No es la búsqueda genuina del Ser como lo plantea la filosofía, es la búsqueda del parecer, simple adorno para el prestigio en la sociedad.
La década de los 60 nos dirá que el cartón con el que está hecho el mundo adulto es una tambaleante pirámide de cartas.
