Por Bautista Franco
Las redes sociales y los medios de comunicación hacen eco del enorme fanatismo de la población bangladeshí hacia la Selección argentina. Días atrás trascendió el video de una presentadora del canal de noticias de Bangladesh Somoy News transmitiendo en vivo con una camiseta de la Albiceleste. También los festejos de los aficionados que siguen como propia la camiseta de nuestro seleccionado.
Más allá del dato de color, no es un fanatismo que haya nacido de un repollo. Bangladesh es un país que queda a 17 mil kilómetros de distancia, su frontera está compartida con India y Birmania, y su cultura está muy lejos del mate y las tortas fritas. La razón que une al país asiático con el de Maradona es producto más del horror que del amor.
Bangladesh sufrió el yugo imperialista británico por más de 200 años y desde entonces no ha tenido una existencia feliz. Los comerciantes europeos llegaron a finales del siglo XV y se fueron estableciendo y creciendo en influencia, hasta que la Compañía Británica de las Indias Orientales ganó el control absoluto del país en 1757. Posteriormente se estableció un control sanguinario de la colonia que dio lugar a varias hambrunas y a manejos y desmanejos que dejaron al país en una pobreza atroz.
Durante el dominio colonial, el hambre y la pobreza atormentaron el subcontinente indio de forma crónica, si eso es posible. Así, en un escenario mucho mejor que en los años de colonia y con una independencia conseguida en 1971, hoy los niveles de pobreza son casi del 50% y la pobreza estructural golpea a grandes capas de la población. Si tenemos en cuenta que es un país con más de 165 millones de habitantes, un índice de pobreza aproximado al 50% equivale a 80 millones de personas.
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, Birmania, país fronterizo de Bangladesh, fue tomada por las fuerzas de Japón y con ello gran parte de las reservas de alimentos. Así, Winston Churchill desarrolló una política de tierra quemada para evitar el avance de las tropas japonesas, destruyendo cientos de hectáreas de cultivos de arroz. A ello se sumó un ciclón que destruyó una parte de las cosechas, en medio de una economía de guerra que obligaba a las colonias a enviar cada vez mayores cantidades de alimentos a las tropas británicas que se encontraban en Europa e, incluso, a Grecia, que padecía una hambruna (pero eran europeos).
Esta serie de decisiones provocaron una profunda escasez de alimentos y la población comenzó a morir de inanición (hambre). Durante estos años (1942-1943), el secretario de Estado de la India —Bangladesh aún no era territorio independiente— solicitó con urgencia un cargamento de trigo para salvar la crisis alimentaria. Churchill negó la solicitud y respondió con la pregunta: «Si la comida es tan escasa, ¿por qué Gandhi no ha muerto todavía?».
Esta hambruna provocada por el gobierno británico se convirtió en un enorme crimen de lesa humanidad, con alrededor de 3 millones de víctimas, una crisis que derivó posteriormente en la independencia india.
Tras una gran lucha para lograr su independencia y con un gran odio hacia el imperialismo británico producto de este genocidio, que aún persiste en al memoria popular, fue central la victoria de Argentina ante Inglaterra en México 1986, que de la mano de Diego Armando Maradona, dejó al equipo del país imperialista fuera del Mundial. Esto, ante la imposibilidad de un equipo propio, se convirtió en una bandera de los bengalíes que entendían el valor histórico de la victoria argentina en el momento posterior a la guerra de Malvinas.
Así, por simple empatía, el fútbol se convirtió en una bandera independentista para Bangladesh, en un grito contra el imperialismo británico y en una tradición que se forja año a año y gana adeptos en todo el territorio. El mundo encuentra vasos comunicantes y los sentimientos antiimperialistas en las clases más explotadas son globales, permanentes y casi seguros. El poder de la pelota…
