Carolina Elwart
Leandro Ubilla
José Luis Morales
«Oktubre» vino a pegarnos justo en el medio. En el medio de una década pesada y densa, no por los hilos del tiempo que a cada década le dan su densidad, sino por una herencia difícil de digerir, un plato cargado de muertos, de gritos y de terror que, atragantado en la garganta del país, no quiere dar paso a una vida democrática.
«Oktubre» nos pegó en octubre, como aquel octubre que golpeó a la Rusia zarista. Un mes negro de espesura y de fuegos nos mostraba de alguna manera que más que libres en esos pocos años, seguíamos presos en la ciudad, dolidos hasta en los huesos, pero aún caminando, tal vez con pastillas que, como prótesis, nos permitían seguir en pie. El primer juicio a las juntas ya había comenzado el año anterior y los milicos ya cargaban las armas para decirle que no a la justicia, a la democracia y a la sociedad. Algo macilento en su impunidad se olía.
Una canción que desde el título comienza con una temática sexual, aludiendo a la conocida marca de gaseosa pero con una nueva construcción. La sexualidad presente con la palabra semen. “Ella tiene una forma de hacerme creer /Que es para mí la mejor manzana”: hay un sujeto que nos hace confidentes de su atracción sobre ella. Su tentación equiparada a la de Adán de estos tiempos. La manzana, no solo en la tradición cristiana, también en la griega, fue el fruto de la discordia entre las diosas. «Con ella soy rico gratis»: se siente afortunado de tenerla, la riqueza de tener el amor. “La veo casi como un demonio /Y rasco la alfombra por su amor”: ella no es la mujer ángel del romanticismo que lo hace ascender al hombre, sino la que lo lleva a los placeres de la carne, la tentación, el demonio. Y él ese sujeto que se animaliza como un perro y rasca como en un instinto, donde no hay tierra sino una alfombra. Es capaz de hacer lo que no tiene sentido.
“Saludable y católica /No le gusta que ande solo”: ella es la oposición a él, si ella es saludable, él no es, ella es católica, profesa la religión cristiana y aquí cobran sentido todas sus metáforas anteriores. «No es bueno que el hombre esté solo», y por eso se le ofrece la manzana, el fruto prohibido. “Se ha montado en mi nariz /Y es para mí la mejor fruta”: no puede sacársela de sí mismo, la tiene en su nariz, la huele todo el tiempo, la tiene presente aunque no esté con ella. Es la mejor fruta, porque es la prohibida. «Se ha montado en mi nariz»: se ha interpretado como una referencia a las drogas, como aquello que produce locura. «Ella tiene una forma de hacerme creer»: el amor se le ha representado como una gran ilusión de la cual disfruta, aunque sea la fruta prohibida de ese amor que es un demonio.
