Por María Elena Izuel
Producida la Revolución de Mayo, en 1810, la Primera Junta se preocupó de comunicar a las provincias lo ocurrido en Buenos Aires y fue don Manuel Corvalán quien trajo la noticia a Mendoza. Traía además su designación como comandante del Fuerte de San Rafael, cargo vacante desde el fallecimiento de Teles Menezes, el 13 de enero de 1810. La Junta se ocupó del mantenimiento y traslado del fuerte.
Don Manuel Corvalán ordenó que el capitán José de Susso y fray Inalicán se reunieran con los aborígenes para explicarles lo sucedido y hacerles entender lo justo de la causa. En 1812 se realizó un parlamento con los indios de la frontera en el fuerte de San Carlos. Como lenguaraz actuó el padre Inalicán, quien había abrazado los ideales americanos y les habló con mucho sentimiento. El contenido de la arenga se hizo publicar en la Gaceta de Buenos Aires y fue del agrado del Gobierno.

Los caciques les presentaron las quejas por no habérseles comunicado la instalación del nuevo Gobierno, se manifestaron extrañados de que no se los hubiera llamado a prestar su obediencia y vasallaje. Tampoco comprendían cómo hasta hacía poco tiempo les hablaban del Rey como Padre y Señor, a quien le debían obediencia, y ahora les pedían que lucharan contra sus tropas.
Esta actitud de los aborígenes se puede explicar porque, tanto en Mendoza como en Chile, los gobiernos habían conseguido, mediante amistosos parlamentos y regalos, granjearse la confianza de los pehuenches, así como su fiel sometimiento al rey de España y sus representantes en América. Ese es el motivo por el cual en los primeros años de la época independiente, los aborígenes se mantuvieron a la expectativa y dudaban en colaborar con los criollos, a los que consideraban infieles a su Rey.
Cuando Corvalán comunicó esto al Gobierno, le respondieron que los lisonjeara, les diera regalos y les hiciera comprender la liberalidad del nuevo sistema, que los convenciera de que el nuevo gobierno, al ser americano, los iba a tratar con justicia y amor. El comandante no pudo agasajarlos por las muchas ocupaciones que tenía y la falta de recursos.
El fuerte fue utilizado como cárcel para los españoles tomados prisioneros en Buenos Aires, en Córdoba y en Mendoza: “para el envío a la Frontera de San Rafael de los soldados prisioneros Españoles Europeos […]”, pero con la advertencia de que estén “enterados de la poca fuerza del Fuerte de San Rafael” y posteriormente que “sean trasladados enseguida y sin pérdida de momentos al de San Luis”.
En 1813 Corvalán fue designado como capitán en las guerras de la independencia y su lugar en la frontera fue ocupado por el capitán graduado de teniente coronel del Regimiento de Artillería Volante don José de Susso, quien a partir de ese momento se encargó de todo lo relacionado con la frontera, siempre con la eficaz colaboración del padre Inalicán.
Comenzadas las luchas por la independencia, la dotación del fuerte disminuyó notablemente, hacían falta todos los soldados para la lucha iniciada, y lo mismo ocurrió en San Carlos. Desde la enfermedad de Teles actuó como comandante interino del fuerte don Manuel Montaña del Cuerpo de Blandengues, secundado por el padre Inalicán. En julio de 1814, encontrándose en San Carlos, falleció repentinamente don Manuel Montaña, cuando solo contaba 35 años, y fue sepultado en la Parroquia de San Carlos.
