Por María Elena Izuel
El territorio que hoy pisamos estuvo habitado desde muy antiguo por los amerindios, que fueron los primeros pobladores. Hace muchos, muchos años, tal vez 12.000 a.C., llegaron hombres provenientes del Norte que, poco a poco, fueron poblando la provincia. Estos antiguos pobladores eran cazadores-recolectores, lo cual significa que su vida fue muy dura, eran nómades, pues debían ir de un lado a otro, tras los animales para cazarlos y recolectando los frutos que la naturaleza les brindaba.
Su antigüedad la podemos conocer por los restos que nos dejaron: herramientas, utensilios, adornos, a los cuales se les puede aplicar un método de datación absoluta llamado Carbono 14, trabajo que realizan en laboratorio arqueólogos y antropólogos.
El Dr. Humberto Lagiglia ha reconocido tres etapas en el poblamiento:
1) Etapa paleoindia: cuando los grupos humanos eran cazadores y recolectores, por lo tanto nómades, pues debían viajar de un lado a otro en busca del alimento: cazaban guanacos, choiques, vizcachas, liebres y muchas aves; recolectaban el fruto del algarrobo, del piquillín, del molle y de otros vegetales que conocían muy bien. Sus armas eran de piedra, al principio muy rústicas y luego hermosamente talladas.
2) Etapa protoformativa: corresponde a una etapa de transición, de un estado nómade a uno sedentario. Aproximadamente hacia el 300 a.C. se transformaron en agricultores incipientes: plantaron maíz, zapallo, porotos y quinoa, vivieron en cuevas o reparos, que abundan en nuestra zona, siempre a orillas de los ríos. ¿Por qué? Porque la necesidad primaria del hombre es el agua. Sin agua no podemos vivir.
En esas cuevas, enterraron a sus muertos, envolviéndolos en esteras de junco o con cueros y en la cabeza les colocaban un cesto bien terminado. Muestra de ello es la momia de un párvulo1 hallada por el Dr. Humberto Lagiglia en la Gruta del Indio en Rincón del Atuel en 1959 y que se encuentra en exhibición en el Museo de Historia Natural de San Rafael. En la cueva se hallaron algunas pinturas rupestres y petroglifos, dibujos hechos con incisiones, grabado en la roca, que fueron las primeras manifestaciones del arte y un canastito con semillas de quinoa, las cuales ya no tenían poder germinativo, pese a los esfuerzos que se hicieron en el laboratorio del museo. En fecha reciente se encontraron muchas semillas más de porotos, zapallo y maíz, como así también restos de peces, lo que indica que consumían productos de la pesca, un hallazgo de mucha importancia para los arqueólogos. A esta cultura se la denomina de los agricultores del Atuel. (Atuel II).
3) Etapa agro-alfarera: comenzó en los inicios de la era cristiana hasta el 1450, cuando los aborígenes de la zona norte fueron conquistados por los incas. En este período fueron sedentarios, o sea que se quedaban a vivir en un sitio apropiado, construían sus viviendas, producían sus alimentos, ya que cultivaban la tierra y criaban los animales; hacían sus tejidos con telares y confeccionaban sus utensilios con cerámica. Se ha reconocido que fueron constructores de caminos, por las partes que aún se pueden ver.
A la llegada de los conquistadores en 1561, el territorio de Mendoza estaba poblado por dos grupos indígenas diferentes: al norte del Diamante y parcialmente del Atuel, un grupo de agricultores sedentarios, los huarpes milcayac, y al sur de los citados ríos, cazadores-recolectores nómades, llamados puelches de Cuyo o puelches algarroberos. Los huarpes poseían una cultura más desarrollada ya que habían recibido influencia de los incas.
Hoy estas comunidades han desaparecido casi totalmente. Las causas de su extinción no debemos buscarlas solo en la “Leyenda Negra”, que acusó a España de maltrato y exterminio de los indígenas, sino también en las enfermedades que les contagiaron los europeos a los aborígenes –como la viruela o la tuberculosis– contra las que estos no poseían inmunidad; en el alto porcentaje de mestización que se produjo, tanto racial, como cultural, en este último aspecto, con predominio europeo; y en las guerras llevadas a cabo por ambos bandos, que terminaron en nuestro país en 1879 con la Conquista del Desierto, sometiendo a los sobrevivientes a la jurisdicción política nacional.
Eran realmente los “dueños de la tierra” y fueron despojados de ella por los europeos.
En estos momentos las comunidades aborígenes están protegidas por leyes muy justas, contempladas en la Constitución en el artículo 75º, inc.17, que deseamos se cumplan en la práctica, para que no sigan viviendo en la injusticia, en la marginación y en la miseria.