«La marcha de la bronca»

Carolina Elwart
José Luis Morales
Leandro Ubilla

La historia nos muestra insistentemente cómo de los momentos más oscuros y funestos, nacen expresiones de resistencia, denuncia y esperanza. Quizás el rock solo haya sido eso, el canal de expresión de un malestar social generado, ya tradicionalmente, por los militares, en este caso, de la «Revolución Argentina», a cargo del duro, conservador y bien peinado Juan Carlos Onganía.

Corría el año 1967: el jeans, la minifalda, el pelo largo, se imponían como estilos de moda revolucionarios; el «hippismo» se materializaba en una juventud antibélica y como cierre de ese fresco epocal, el rock hacía mover los cuerpos frenéticamente de la mano de los Rolling y los Beatles. Por esos años, Miguel Cantilo y Jorge Durietz pensaban que algo pasaba con los jóvenes, la música y las injusticias, y decidieron formar un dueto musical al que dieron en llamar Pedro y Pablo. Un poco por capricho, porque no se usaban los apellidos en esos años, un poco por la Biblia, dirá Miguel, y otro tanto por los dibujos animados que corrían en autos descalzos. Seguramente, el motivo del nombre pierde sentido ante la potencia expectorante de las letras de las canciones, que acumularon en dos discos y con las que se lanzaron a denunciar esos años. «Apremios ilegales», «Los perros homicidas», «Pueblo nuestro que estás en la tierra» y la ultraconocida «La marcha de la bronca» dan cuenta de eso.

Canciones que son himnos a la libertad, al amor y a la expresión. Esta canción, que nace en una época de represión social muy fuerte, se convierte en un símbolo de lucha para los tiempos que vendrán, no solo en la Argentina sino en todos los países donde la bronca se hace con los dedos en V. Siempre de forma pacífica pero con la bronca en la voz.  Metáforas como el que tiene «el as de espadas», en clara alusión al Ejército, pero también «el de bastos», que se usa para reprimir. En la letra podemos encontrar un actante claro: el nosotros que se opone a un ellos. La juventud del momento siente que la sociedad adulta, hipócrita  y pacata no les da la libertad más que «con fijador». Todavía vemos los hilos que manejan «la marioneta universal», los que ayer y hoy con palos nos dan una y otra vez; la represión, siempre la represión.

En tiempos de pandemia también roba el comerciante, los mercaderes, las cadenas de supermercados… Una canción escrita para su época y también para la nuestra. Pero por suerte también es una bronca con esperanza, está todo mal pero puede mejorar. Porque hay gente que ve las injusticias y las dice en «bronca que se puede recitar».

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