«Mi desengaño»: homenaje a Roberto Roena

Por Rúkleman Soto

Compré mi primer bongó en la tienda Yamaha de Los Teques, ubicada en la avenida Bermúdez, entre El Cabotaje y La Estación. La verdad es que el negro Yois puso la mayor parte del dinero. Yo vendí una vieja cámara Agfa que no era réflex, pero metía la coba. Con eso completamos lo que faltaba para ponernos en ese instrumento tapa amarilla. Hasta nos alcanzó para el cencerro y todo.

Teníamos la misma edad en que Rafael Cortijo se fijó en Roberto Roena (quien primero fue bailarín de ritmos caribeños) y lo enseñó a tocar el cencerro y el bongó, incorporándolo al legendario combo que rompió la barrera racial, montándose con el genio de Ismael Rivera en escenarios hasta entonces reservados a gente blanca. De ese nivel era el maestro del pelao que se iniciaba en la percusión allá por 1956.

roena cortijo riveraRoberto Roena, Rafael Cortijo e Ismael Rivera

Estábamos consumando aquella primera adquisición orquestal en 1976, a pesar de la peladera de bola. Pero no había manera de resistirse, ese año hizo furor una canción titulada con disoluto anhelo: «Mi desengaño», escrita por Julio Acosta y José Souffron, en Venezuela, mientras la orquesta Apollo Sound andaba repartiendo salsa por estas tierras. Entonces todos queríamos ser bongoseros, sin tener la menor formación musical, como Roberto Roena en su momento.

Aparte de algunas diferencias insignificantes, nada podía fallar. Yois vivía en El Cabotaje y yo en el antiguo Acueducto. Ninguno procedía de algo parecido a Dulces Labios (Santurce, Puerto Rico). ¿Qué clase de nombre es ese para un barrio que se respeta? Si alguien salido de Dulces Labios tocaba bongó, ¿qué no haríamos nosotros? Como mínimo, salvarnos de un fatal chalequeo, o bullying, como le dicen ahora.

La dulce canción de Roberto Roena sonaba por todas partes, saliendo de los labios edulcorados de mis hermanas, de las muchachas del barrio, de los autobuses y hasta de los botiquines. Aquella interpretación de Papo Sánchez lo invadía todo, incluidas las reuniones del partido.

Era de esperarse. Cuando el cantante debutó con la Apollo Sound, lo hizo con ese tema en un concierto en vivo y debió repetirla dos veces más esa noche. Una vez grabado, como parte del disco «Lucky 7», con su solo de trompeta y su desliz de samba brasilera, «Mi desengaño» se mantuvo más de seis meses en los primeros lugares y por el resto de la vida en nuestros recuerdos.

luck 7

Con Papo Sánchez, Roberto Roena pegó tremendos éxitos, aunque para ese momento ya tenía un camino andado y lo seguiría teniendo mucho tiempo después, colmando de buenas canciones nuestro universo. Nadie de esa época, por rockero que fuera, olvida el corito pegajoso de «Que me lo den en vida». Por ejemplo, «Marejada feliz», de Catalino Curet Alonzo, una vez que la escuchan, no se le borra ni siquiera a las nuevas generaciones envilecidas y humilladas por el reguetón. Eso ahuyenta cierto desengaño, me llena de una risible esperanza y me regresa a aquellos días.

Nunca supe adónde fue a tener aquel bongó barato que nos dio un extraviado afán. Lo recordé hoy, cuando se cumple un año del día en que nos dejó su legado musical completico, y para siempre, Roberto Roena, a sus 81 años. Tengo otro bongó desde hace tiempo, reluciente y de marca. Está nuevo, en su caja, nunca aprendí a tocarlo, pero ya sé el porqué de su insistente permanencia.

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