«Gil trabajador»

Carolina Elwart
Leandro Ubilla
José Luis Morales

La década del 80 nos martilló con el nacimiento de un nuevo género metalero: el Trash Metal. Desde la ciudad de Los Ángeles a Nueva York, con bandas como  Exodus a Anthrax, pasando por Metallica, Megadeth, Overkill y Slayer, el trash traía  un nuevo estilo. Un ritmo veloz y agresivo que transformaría la escena internacional para siempre.

En nuestras tierras, la primera piña la tiró Ricardo Iorio con V8, que al desarmarse nos trajo una emblemática banda: Hermética, en el año 1988. Fue la marca registrada del heavy metal argento que, con la sintonía trashera, vino a destruir cráneos a fines de los 80. No cualquier cráneo, sino aquellos de los sectores despojados, de los y las parias que se encuentran al margen, en el límite de la sociedad. Ellos y ellas no habían sido representados aún por género musical existente y la H vino a cumplir con su destino. Una pluma filosa, siempre rica y lúcida sobre la realidad que acuciaba a los desclasados. La potente voz de O’Connor, los riff del Tano y la batería del Pato Strunz van a marcar la memoria de toda una generación de fines de siglo. La clase trabajadora denunciará el infierno social. Como trabajo de Sísifo nuestros cassettes reprodujeron millones de veces las canciones de la H.

«El tormento del vino artificial/ Y su atmósfera parrillera/ Anestesian la conciencia común», larga la letra. La metáfora no necesita de mentes cultas. Nos anestesiamos para no pensar, el vino y la parrilla vienen a dar la felicidad que se termina para que llegue la realidad.

«Que transcurre su infancia/ En la tierra estomacal/ Masticando esta siniestra heredad». Lo que se vive en cada barrio desde la infancia: hambre, vino y algo en la parrilla para anestesiar tener que trabajar cada día pero no merecer ningún “beneficio” de la sociedad capitalista. Lo que le espera a las infancias es el mismo destino.

«Prisionero estoy en mi ciudad natal/ Donando sangre al antojo de un patrón/ Por un misero sueldo». La juventud no puede irse del lugar que ha nacido, se siente preso porque no puede ir tras sus sueños. Trabaja, pero ese trabajo no es el que sale en las publicidades ni enseña la escuela, esclaviza, lo deja atado a un dinero que no alcanzará, pero siempre será peor no tener nada.

«Con el cual no logro esquivar/ El trago amargo de este mal momento». Se trabaja pero el sueldo no alcanza, el hambre, la miseria están y no son un documental en la tele, es la vida que toca vivir.

«Mientras el mundo, policía y ladrón/ Me bautizan sonriendo, gil trabajador». En el barrio ser policía no será considerado un trabajo. Puestos en la misma moneda policía y ladrón,  al trabajador no le quedará otra que ser un gil. El que se esfuerza pero no le vale de nada, ni en derechos ni en dinero. El mundo opresor, policía, ladrón, que nos recuerda al tango «Cambalache». Lo llamarán «gil trabajador» porque desde que nace hasta que muere tiene que laburar y nunca alcanza. El trabajador es el que se echa el mundo encima y ese mundo se ríe de él, avasalla sus derechos, lo trata de gil y lo manda a laburar, lo manda a agarrar la pala quien nunca agarró una porque la herencia nunca fue siniestra.

«Bestia humana que duermes aún /De la cuna al ataúd». Duerme porque no ve la realidad posible de transformar, la vive en el mundo de los sueños, pero no el americano, sino el sueño de creer que el mundo que nos tocó no se puede cambiar y hay que vivirlo igual.  Si no se lo soporta, las vías de escape serán pocas.

«Extraviada del rumbo a seguir/ Por ignorar que no existe el fin del que escapar». ¿Se puede salir de ahí? El barrio nos determina, el trabajo esclavo y mal pago nos condiciona, pero la letra de Iorio analiza que ni siquiera habrá un fin del cual escapar. El mundo necesita que la sangre del trabajador siga donando al patrón.

«De pacheco a la paternal/ Mil amigos con el corazón/ Esperan esta canción». El gil trabajador no está solo, al menos en los partidos del gran Buenos Aires son muchos los que esperan una canción que denuncie sus realidades, de trabajadores explotados en un sistema que la H está dispuesto a desenmascarar.

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