Por Gloria Kreiman
«Stranger Things», la serie de Netflix de los hermanos Duffer que hace poco transitó su cuarta y, en principio, penúltima temporada, es una de las producciones con más audiencia de todos los tiempos, no solamente dentro de esta plataforma. También con más fanáticos, grupo dentro del cual no estoy, porque si bien le encuentro a la serie varias virtudes, son más las cosas que no me gustan o me caen mal sobre ella.
La calidad y la magnitud de producción de «Stranger Things» es indiscutible, es técnicamente virtuosa, tiene varios buenos actores y actrices y algo de originalidad narrativa. Pero, para mí, tiene una gran falla fundacional que se desborda a todo su desarrollo: no es un producto artístico sino que es cien por ciento un producto comercial disfrazado de producto artístico.
Definitivamente creo que que el arte sea rentable no solo no está mal sino que está bien, de hecho es algo por lo que hay que trabajar desde todos los ámbitos. Pero una cosa es eso y otra cosa es construir algo solamente con ese fin y siguiendo solamente las reglas para alcanzarlo.
Es sabido que el guion de la serie se creó en base a big data y es evidente que siempre va a lo seguro: usa y abusa de recursos fáciles como la nostalgia vintage (para algo bien hecho en este sentido, ver Super 8), un soundtrack bueno pero obvio y tocar temas de moda y políticamente correctos (los mismos y tal como lo están haciendo otras 300 series a la vez). Además, tiene varias incoherencias en la historia y, sobre todo, en la construcción y el desarrollo de sus personajes.
Entonces «Stranger Things», creo, se vuelve un atado arbitrario y exagerado de referencias, homenajes y placebos, con más sustento de enganche que de inquietud estética y artística y una propuesta absolutamente complaciente: es lógico que guste tanto si está hecha en cada uno de sus milímetros para eso y no se la juega con nada que pueda salirse de esa fórmula.
Seguramente soy minoría en esta perspectiva y la serie va a seguir teniendo el éxito que tiene, y está muy bien. Pero me parece que también está bien intentar decodificar estos trasfondos y ver el «upside down» de esta y cualquier otra producción.
