Edward Bach y las propiedades curativas de las esencias florales

Por Msc. Miriam Macías
Especialista en Terapias Naturales

 

Edward Bach fue un médico inglés, nacido en Moseley el 24 de septiembre de 1886.  Después que se recibió como médico, en 1912, ingresa a la Universidad de Cambridge donde obtiene su doctorado y se especializa en bacteriología.   Realizó importantes investigaciones sobre toxemia intestinal y publicó diversos trabajos científicos donde establecía la relación entre esta y la enfermedad crónica.

Bach desde niño demostró un extraordinario amor por la naturaleza y mucha sensibilidad ante el sufrimiento, tanto de sus semejantes como de los animales y las plantas.  Él consideró que la mejor manera de entender a los seres humanos, tan diferentes entre sí y con tan distinta forma de reaccionar ante la enfermedad física, era observándolos directamente, viendo la visión que el paciente tenía de la vida, sus emociones, sus sentimientos y su personalidad.

De hecho, siempre estuvo convencido de que la curación debía ser un proceso suave, benigno, con un mínimo de sufrimiento para el enfermo, algo muy diferente y contrapuesto a las técnicas y métodos de la época.  Además, consideraba que la enfermedad no era material en su origen, sino el resultado de un desequilibrio energético provocado por un estado mental negativo, desencadenado por alteraciones emocionales que producían bloqueos o rupturas en los circuitos de energía del cuerpo.

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En 1917, sufre una hemorragia, siendo operado de urgencia.  Le diagnostican un tumor y le dieron tres meses de vida.  Dos años después, se desata en Inglaterra una epidemia de gripe y él salva miles de vidas con una vacuna de su invención.

En 1928, descubre los dos primeros remedios florales durante un viaje a Gales, su lugar de origen. De vuelta a Londres decide cerrar su consultorio y renunciar a su brillante trayectoria profesional. Luego se establece en Mount Vernon, Oxfordshire, donde continúa sus trabajos de investigación.

Entre 1930 y 1934, Bach descubre sus treinta y ocho remedios florales, ayudado por su exquisita sensibilidad que le permitía captar las vibraciones de cada flor y sus propiedades curativas.  Él consideró que la esencia floral posee un campo energético que manifiesta una resonancia vibracional con el de otro ser vivo cuando entran en contacto, dándose la receptividad de acuerdo a la frecuencia con la que se está vibrando, cuya acción se manifiesta sobre los campos energéticos sutiles, transformándolos y armonizándolos.

El 27 de noviembre de 1937, muere en su casa de Mount Vernon, dejando un legado aceptado por la Organización Mundial de la Salud, que puede ser utilizado por cualquier persona para ayudarse a sí mismo y a los demás, ya que constituye un método seguro, económico y sencillo.

Con las esencias florales, el paciente se convierte en un participante consciente y creativo de su propia sanación, permitiendo que el organismo colabore en su curación, al actuar sobre los cuerpos etéreo, astral, mental y espiritual, potenciando los sistemas energéticos superiores que conectan con el alma o su Yo Superior, reconduciendo los patrones emocionales disfuncionales, dando armonía interna, paz interior, alegría de vivir, lo que aumenta la vitalidad y el sistema inmune.

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