Por María Teresa Canelones Fernández
Lo que la gente debería hacer es volver a la escuela y pensar en lo que pensaban antes de que alguien les dijera que tenían que ganarse la vida
Richard Buckminster Fuller (1895-1983)
Cumplir sin chistar con una jornada laboral de ocho horas es como entrar en modo parálisis o en la escena de una película de terror en la que el fondo musical es un reloj agonizante, que declara una muerte lenta, pero inminente. Aunque una película de terror resultaría más estimulante por su grado de suspenso y expectativa, así que definitivamente no es la mejor analogía.
Puede que la personificación del mal tiempo, o del tiempo reducido a una oficina, o de cualquier espacio indicativo de un trabajo frustrante que debes realizar para no morir de desilusión (si ejerces la carrera que estudiaste), o para cubrir económicamente lo más básico de tu robotizada vida, también pueda semejarse al estridente sonido de una cacatúa minutera hambrienta de repetición. Ciertamente los excesos de la rutina no diferencian el caos, no por su evidente ceguera, sino por su embrutecimiento reproducido y normalizado.
Es seguro que mientras nos entregamos a una insufrible jornada laboral de ocho horas y más ―al estilo Tiempos Modernos―, llegamos a desear que ocurra un evento casi trágico o explícitamente demoledor que nos salve de la tragedia burocrática. Pero sucede que en la tragicomedia laboral, representada magistralmente por Chaplin, jamás sucedió la muerte del más antiquísimo miembro familiar, ni la detonación de una tubería mohosa de hastío institucional. Evidentemente nuestra mente entra en coma en un trabajo que desempeñamos por pura necesidad y la estabilidad emocional, sentada con tecito en mano, solo se hace presente en las charlas corporativas.
En un centro de cuidados para adultos mayores en Suecia, se redujo con éxito la jornada laboral de 8 a 6 horas. El personal gozó de un mayor descanso, aumentó su productividad y motivación en la atención hacia los pacientes. La medida, sigue en discusión
La palabra “trabajo” en todos los idiomas es asociada a “jaulas” y “celdas”, es sinónimo de “asfixia”, “resignación” y “sumisión”. Al encarcelar el trabajo, confinamos la creatividad y clausuramos la alegría de vivir. Entonces alguien dice “bajen el telón”, otros murmuran que echen el último puñado de tierra y unos más determinan que es la fórmula concluyente de una operación científica y seria.
El trabajo es el preámbulo a la muerte porque está supeditado a horarios, a deberes irrefutables, a la reproducción per se y a censurar la diversidad. El trabajo es el lugar oficial donde dopaje y disimulo fabrican una tumba elegante y perfecta, financiada con la liquidación de una vida maquillada y aniquilada por las formas políticamente correctas.
Tanta roña cerebral es perversa y se cuela en las leyes y espacios laborales de miles de trabajadores y trabajadoras de cualquier geografía. Explotados no solo por una carga horaria, sino milenaria en tareas físicas y operativas que atentan contra el pensamiento crítico, faenas que les convierten la vida en una cosa carente de esencia y repleta de cantidad, costos, montos, lucro y duplicación, clones, algunos por suerte bien remunerados, todos pagando el alto precio de sobrevivir en empleos que odian, pero que los mantienen orgánicamente vivos.
El producto interior bruto mide todo, salvo lo que hace que la vida merezca la pena.
Robert F. Kennedy (1925-1968)
Desde hace 103 años no se reduce la jornada laboral y, por suerte, siempre hay gente que se niega a fosilizarse, a alelarse o a mirar como un turista su propia realidad. Es el caso del arquitecto peruano Carlos Tovar ―conocido como Carlín―, quien plantea como coherente la reducción laboral a cuatro horas con la misma remuneración. Afirma que de lograrse como una medida sencilla, gratuita, pacífica y democrática, permitiría equilibrar la economía y continuaría aumentando la productividad. Propone que en lo sucesivo continúen las reducciones de la jornada laboral y proyecta que en veinte años se deberá trabajar 2 horas, y en cuarenta, 1 hora al día.
Tovar cree que asumir la reducción de la jornada laboral a 4 horas, como una lucha internacional, es la oportunidad de iniciar una nueva era para la humanidad, porque habría cambios en nuestros hábitos, alcanzaríamos la verdadera liberación como seres humanos y comprenderíamos que la finalidad de la vida no es el trabajo, sino la felicidad, la cual ―está seguro― se conquista en el tiempo libre.
“Desde el siglo XIX hasta la fecha las estadísticas muestran que la productividad en el mundo se ha multiplicado por lo menos por seis, lo que quiere decir que hoy en día producimos seis veces más en una jornada laboral de 8 horas que lo que producíamos en 1919 con jornadas que excedían las 12 horas. Si no se reduce la jornada laboral, continuará el desempleo, la precariedad y la explotación laboral, así como la especulación financiera y la depredación ambiental”, argumenta el también caricaturista.
El Sindicato Gremial del Metal en Alemania plantea reducir la jornada laboral a 4 días, sumando 30 horas semanales. Y la empresa alemana BMW redujo la jornada laboral de 38 a 35 horas
Carlín recuerda que el tiempo libre no significa que hay que echarse a la cama, o no hacer nada, sino que, por el contrario, tendremos la oportunidad de hacer todas aquellas actividades que nos realicen como seres humanos. Ya sea leer, estudiar el área que nos apasiona, así como aprovecharlo para ejercitarnos, incluso para compartir más tiempo con la familia y los amigos. Producir o elaborar cosas por placer que están fuera del mercado también forma parte de su propuesta.
La capacidad de ocupar el tiempo libre de forma inteligente es la última consecuencia de la civilización
Bertrand Russell (1872-1970)
“El empleo global significa la desaparición de la pobreza en el mundo, porque los pobres podrán trabajar, se incrementarán las posibilidades de empleo para todos. El empresario debe pensar qué ocurrirá cuando todas las empresas contraten más trabajadores, entonces sus propias ventas van aumentar, porque la demanda de sus productos aumentará también. En otras palabras, un salario no debe ser visto solo como un gasto, sino al mismo tiempo como un ingreso para las empresas”, argumenta Carlín.
Por otro lado, destaca que en el tiempo libre también podremos desarrollar actividades que nos permitan defender nuestros derechos como ciudadanos. Por ejemplo, resolver los problemas de género, que los hombres asuman la crianza de sus hijos y las tareas domésticas, puesto que el 70% de los trabajos de salud y de cuidados en el mundo los realizan las mujeres.
“Eduardo Galeano decía que las máquinas servían para trabajar menos. Así que no olvidemos que la finalidad de la reducción de la jornada laboral no es para que haya más productividad, sino para lograr la felicidad y la libertad como seres humanos. Ya no se trata de un problema económico, sino más bien filosófico”, concluye el arquitecto.
En Nueva Zelanda, las empresas Perpetual Guardian y Unilever aprobaron la semana laboral de 4 días. Laburan 32 horas en vez de 40
Régulo Canelones es un contador público venezolano que ahora trabaja como delivery en la ciudad de Mendoza, Argentina. Cuenta que en su país, pese a que ejercía su carrera, no se sentía realizado, ni como profesional ni como ser humano. Ahora no solo tiene la oportunidad de distribuir su tiempo como repartidor de comida, sino que hace unos meses se estrenó en Stand Up Comedy e inició la carrera de Piscología.
“Trabajar incluso más de 8 horas al día durante 6 días a las semana me enseñó que la vida se te consume encerrado en algo que realmente no vale la pena. Adaptarme a una nueva cultura, el simple hecho de comenzar desde cero, me hizo comprender que debía dedicarme a lo que me apasiona. Eso que te dicen desde niño de que solo con trabajo duro y sacrificio se llega lejos es una de las tantas mentiras que nos contaron, porque realmente nadie que fue empleado trabajando más de 8 horas durante 30 años logró algo significativo, más allá de suprimir sus sueños y cambiarlos por una jubilación que muchas veces no alcanza para vivir dignamente”, contó emocionado.
El trabajo es el refugio de la gente que no tiene nada mejor que hacer
Oscar Wilde (1854-1900)
Reiteró que “la jornada laboral es necesaria, pero debemos cambiar ese paradigma de sacrificio y esclavitud remunerada por una libertad donde realmente cada uno pueda hacer lo que le hace feliz. Si trabajas 8 horas al día, no tienes tiempo para soñar, amar y descubrir cosas en tu interior. Ahora, si la jornada se reduce a 4 horas en un empleo que asumes por pura necesidad económica, aun así lo harás con mayor motivación porque te darás cuenta de que por medio de él sustentarás ese otro proyecto que te emociona e inspira. Durante la pandemia quedé desempleado y fue entonces cuando entendí que debemos dedicarnos a lo que nos hace auténticos. El Stand Up y la Psicología surgieron de esos tiempos en los que pude reflexionar sobre lo que para mí es apasionante”.
El historiador Rutger Bregman (1988) propuso en su libro Utopía para realistas reducir la jornada laboral a 15 horas semanales. Decía que trabajar menos es vital para pasar más tiempo con la familia, tener una mayor participación en comunidad y aumentar la recreación.
Si la jornada laboral de 8 horas se redujera a 4, sería un hecho que tendríamos 24 horas de productividad, productividad no solo económica para la empresa en la que trabajamos, sino también productividad en nuestra dinámica individual, pues gozaríamos de una mayor calidad de vida, y seríamos seres plenos, felices y libres.
El objetivo del futuro es el pleno desempleo, para que podamos jugar
Arthur C. Clarke (1917-2008)
