Victoria de Ansuz es poesía, canción y emancipación

Por Mayrin Moreno Macías

La palabra es su refugio. El otro día Victoria de Ansuz abrió una cajita que guarda de su infancia y encontró sus primeros poemas. Todo rimaba con color, sol, “rimas muy básicas y monótonas”, dice y sonríe. La escritura ha sido su herramienta, su válvula, la forma de conectar con el mundo. Para ella es mejor decirlo por escrito. Una hoja en blanco es una mecha de libertad. Trata de buscar un significado por medio de la palabra a las cosas. Y aunque hace un año arrancó con la música, gracias a un chico que le enseñó que el amor es sinónimo de emancipación, encontró que la diferencia entre una canción y un poema es abismal.

Antes podía levantarse, escribir y seguir el día, pero ahora tiene que armar un beat, grabarse, escucharse y eso es lo que plasma en su álbum «Vers and verb», haciendo una referencia a la palabra y a la acción. 50% de poesía, 50% de canciones.

El Ansuz lo tomó prestado después de una lectura de runas. Es la figura de la comunicación. Ella hoy está expuesta al cambio y le gusta. Vive alejada de la rutina, medita. Estudia el Profesorado de Teatro en el IPA, es scout y habita en el voluntariado. También escribió un libro. Se llama “La materia del sentir”. Fue su escapatoria de la violencia, para exorcizar esas emociones que no tenían nombre y que no definían su ser. Porque la sentencia la hizo suya, se repetía “este es mi dolor”, y no era así, el dolor existía fuera de ella. Ese portal emergió en el pasado aniversario de la biblioteca Mariano Moreno y brotó “Amor Natura”, el fin de esa hipocondría.

Es una mentira devastadora creer que pertenecemos donde nos quieren cuando el primer hogar nacido a la pertenencia propia, somos nosotros mismos.
Saber aceptarla, familiarizarla y crear los cambios que se adapten a ella, quizá, sea la forma más linda de decir un «te quiero» sintiéndolo en el pecho.
Pero ¿Cómo aprendemos a amar?
Siempre fue una disputa el amor primeramente porque nunca supe preguntarme por él o buscarle una respuesta lo suficientemente llenadora para terminar con el insomnio y esa angustia de querer amar o mínimo, saber lo que significa.
El primer miedo ante el amor, es no saber hacerlo. La primer ventaja ante el amor, es no saber hacerlo.
Es reinventar formas de las cuales desconocemos el cómo, pero donde percibimos la iniciativa. Como cuando una madrugada cualquiera, ante la coincidencia con ese alguien y el poder plantearte un «salir de la soledad albergada en no conocer otras personas que hayan vivido lo mismo» el pecho descendiese exhalando una ráfaga de aliento y ahí, la misma rutina e historia que vivenciás, ponen un punto aparte.
Cuántas personas se desolan creyendo no volver a encontrar otro amor, algo así como sentenciarse a seguir viviendo sin querer volver a mirar un par de ojos que aseguren la paz después de haber convivido con la guerra.
Es malo castigarse sin motivos, mucho más cuando no fuimos quien dió la última palabra o esa última nos arrebató las ganas de dar una respuesta, pero el sol sale para todos aún cuando no queremos verlo.
El miedo de no volver a amar es ese día poco productivo que se hace notar cuando eso que no te gusta te da de comer, pero no te llena el corazón, no lo satisface. Porque amar implica un poco a esto, callar los ruidos de la casa para escuchar el nuestro y poder dejarlo fluir como si fuera música.
El amor Natura que conocí, nació en esa música.
Nunca me creí lo suficientemente buena para la música porque no se me permitía verla como una forma de comer y a la vez algo que me llenara el corazón. Desde casa nunca fueron ambas las elecciones, sino una. Porque sí, las preguntas que siguieran de otra pregunta molestaban a quien las respondía, pero siempre se vuelve más molesto ese presentimiento de que no pertenecemos a donde estamos.
La palabra es música. La música es palabra. Las dos se abrazan, se fusionan, se respetan. Nunca podría haberme quedado con una y dejar a la deriva del olvido a la otra.
El amor Natura te lleva a este entendimiento. No necesariamente debe ser una relación monogámica, ellas son dos, conmigo tres. El tiempo las vuelve más hermosas, más inmensas, más del viento.
No me interesa la pertenencia ni una territorialidad que sea sinónimo de acortar y acatar libertades. Las jaulas fueron hechas para pájaros pero los pájaros no fueron hechas para ellas. Existe un amor que nace del no sé dónde, pero termina en la libertad. Y si no la hay se la inventa porque valgame la redundancia, el amor lo inventamos quienes los sentimos, siempre y cuando sea consentido con el sentir de los demás.
Si es preciosa la libertad y querer vivir para gozarla ¿Qué sería la mismísima libertad con el amor? Que contradicción. Hablar de la ampliedad del sentir, mencionando dos palabras. Lo único monogámico que dura para siempre, es este conjunto de sentires.

Victoria dice que las mujeres le salvaron el mundo. Sus hermanas han sido su apoyo y sostén.  Su mensaje para todas es: “Hay un lugar que nos pertenece por el simple hecho de crecer en esta humanidad. No es un espacio que estamos llenando, es un espacio que es nuestro. A veces me preguntan, dentro del movimiento del rap, qué se siente estar en un mundo de hombres; no es un mundo de hombres, el rap nunca va a ser un mundo de hombres, es un mundo y yo quiero habitarlo. Estamos ocupando el lugar que nos pertenece”.

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