Por Mayrin Moreno Macías
Prestar su voz, su cuerpo y su alma es un acto de profunda empatía para Carla Piedrabuena. El teatro es parte de ella. Un día puede ser puta, señora de palacio, geisha, militar, niña, soltera, hermana, mujer de los 90, todos personajes que la poseen y la interpelan: qué les pasó, por qué están en esa situación, cómo se sentirían, qué me hacen sentir.
Poder expresarse es sinónimo de comprensión. Al convertirse en otra persona, y sentirla y vivirla, ha aprendido a ser más paciente, más amable, más amorosa y a vislumbrar procesos diferentes ante una misma situación.
Carla recuerda con especial atención una foto de cuando tenía entre 6 y 7 años. Está con su hermano y disfrazada de profe de gimnasia. Ella creció en Chubut y se mudó a Entre Ríos para estudiar Turismo. En ese entonces pensaba que la danza era lo suyo, hasta que conoció un grupo de teatro. De Entre Ríos volvió a hacer maletas y llegó a San Rafael. Se encontró con el Profesorado de Teatro y, aunque se llenó de dudas porque quería hacer algo más que dar clases, se redescubrió en la educación a través del arte y aprendió un montón. También conoció a quienes la acompañan en Jarilla Teatro, anteriormente La Sudorosa Teatro. Este grupo comenzó en 2010 y Carla entró en 2012. Desde ese momento no se han parado, han generado hermosos proyectos y no están obligados a pertenecer: Celeste Derra, Pablo Domínguez, Ayelén Santurbá y los que van y vienen.
Ella también es parte de La Poderosa desde 2019. Esta Asamblea le dignificó la vida. Dio talleres gratuitos, pudo adherirse a programas productivos y hoy es referente de Cultura. Habla con orgullo de los diferentes espacios de Educación Popular, los talleres de arte, los comedores y merenderos, la revista, el cuidado a las infancias y el frente de géneros, en el que “se ha trabajado con coraje y osadía para que las compañeras trans y quienes han pasado por episodios de violencia puedan tener otras oportunidades”. “El Teatro también me dio eso”, dice.
Por estos días luce radiante. La maternidad llegó y le renovó las energías. Carla se siente privilegiada por tanto acompañamiento y también porque después de dos años de pandemia, hoy son menos las restricciones. “Podemos sentarnos en una plaza a conversar sin obligación de usar el barbijo, pertenecer a espacios culturales y, sobre todo, generar momentos artísticos”.
A las mujeres les dice: “Sigamos, no paremos. Somos muy fuertes, no tenemos que tener miedo, hay que ir para adelante, no bajemos los brazos porque somos importantes”.