En el frasco de vidrio una torre de perforación y una vieja casa. Dentro de ella habita la familia Navarro. Seres que gravitaron un tiempo de grandes transformaciones: la fiebre del petróleo y los cambios económicos y políticos que configuraron el siglo XX. Esa imagen es el punto de partida de «Puerto Nuevo», la primera novela del poeta y periodista venezolano Ernesto J. Navarro.
Según la sinopsis, «narra la épica de un hombre al que el azar transforma de príncipe a mendigo. De ser dueño de la tierra a trabajar la tierra de otros. Germán, el protagonista, realizará una peregrinación cruzando a pie las montañas del Centro Occidente de Venezuela, para terminar infectado por la fiebre del petróleo, que contagió todo el país hace más de un siglo».
A través de la descripción y del relato anecdótico, el autor retrata la historia de su familia, que resulta un espejo de vivencias para otras: el Occidente de una Venezuela azorada por el oro negro, eventos históricos como la Guerra Larga (1859-1863), la batalla entre mochistas y crespistas por un fraude electoral (1898), el inicio de las transmisiones radiofónicas (1947) y el declive de la vida en los campamentos petroleros, entre otros.
Néstor Mendoza, encargado de editar el documento final, explica que la obra «retrata el occidente venezolano desde la perspectiva del auge petrolero y sus consecuencias económicas y sociales. El autor se centra en el detalle descriptivo y anecdótico, en el ‘color local’ (en su mejor sentido) y se enfoca en la calidad humana de sus personajes».
«Puerto Nuevo» forma parte del catálogo de narrativa breve de Comarca Mínima, editorial que reúne a escritores venezolanos de trayectoria, así como a voces de la más reciente literatura venezolana y latinoamericana.
Qué clase de árbol es la familia. Algunos árboles desentrañan de sí pus y verdad; otros crecen desnudos, desprovistos de tiempo, hacia el cielo que a su vez los dobla e invierte en raíz. La historia del árbol de Germán entra y sale de la tierra en la que muere el sol. Podría decirse que la historia de un país es la historia de cada una de las ramas que integran el árbol total y que, en vez de árbol, cada familia es una rama. Así pues, los hombres y las mujeres son hojas y también flores y frutos. En esta historia algunas flores mueren ahogadas o se alzan de cabeza y lengua como reptiles a los que un rezo les baja el mentón. En esta historia, la familia se teje hacia adentro, hasta hacer de su sangre la sangre misma de la tierra, sangre negra, espesa, de cuyos pinchazos vive y muere una nación. En esta historia el círculo es una boca, boca que come de sí, boca que dice y calla lo que se tiene que decir, lo que se tiene que callar. En esta historia se funda un pueblo que crece hacia abajo, un pueblo al que chupa un lago, un pueblo-puerto sin barcos, de mujeres de fuego. En esta historia se cumplen las promesas, a la vez que se descuera a la bestia nómada y se la guinda del árbol. Al limonero en el patio de la familia Navarro, alguna vez segado por el autor de esta novela, lo mean los hombres que sobreviven a las promesas, a las apuestas, al hambre que procura el movimiento. Entiéndase: orinan con permiso, y a pedido, de la abuela. Es esta la imagen que perpetúa el relato, relato que se constituye —sobre todo— en la historia del linaje masculino de una familia venezolana, historia de su patrilinealidad, acaso homenaje. No sé qué clase de árbol sea esta familia, lo que sé es que todavía algunos de sus miembros hacen el amor sobre un apamate.
Indira Carpio
SOBRE EL AUTOR
Ernesto J. Navarro (Ciudad Ojeda, 1974) es Comunicador Social egresado de la Universidad Cecilio Acosta (1998). Ha trabajado en medios impresos, radiales y televisivos y como corresponsal de medios internacionales. Su desarrollo de la crónica periodística lo hizo merecedor del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en el año 2015. Obtuvo premios regionales de periodismo en 2001, 2002 y 2005; premios municipales en 2001 y 2002; el Premio Metropolitano de Periodismo Aníbal Nazoa en 2008 y 2011 y le fue conferida la Orden Presidencial «Francisco de Miranda» en el año 2003, entre otros reconocimientos.
Sus crónicas periodísticas figuran en más de una decena de medios digitales nacionales e internacionales. Es autor de los poemarios «Talego de Jirones» (2008) y «Detrás de la Mira» (El Perro y la Rana, 2016), además de figurar como uno de los poetas participantes de la antología ENTREPUEBLOS (Editorial UNLP 2018).