Por Pancho Bilbao
Ilustración: Nehuén Álvarez
El sonido del trombón no la dejaba dormir. El muy insensible ahora estaba ensayando “Caravana”, pero antes había estado tocando “Hit the road Jack”. El trombonista vivía en el piso 17, la desgracia, y Carla en el piso 33, la edad de Cristo. Nadie podría haber supuesto que el sonido del trombón iba a llegar a oídos de Carla, pero el nicho del ascensor hacía de proyector y la vibración en las moléculas del aire que subía llegaban justamente hasta su martillo, yunque y estribo, esos huesitos ultra-súper-pequeños diseñados más para una mariposa que para un humano.
Decidida como nunca, pensó: hoy es el día en que deja de molestarme. Y se vistió con lo que encontró a mano. Rápido, no fuera cosa que se arrepintiera, tomó el gabán gris que había sido de su padre y se lo calzó encima de la remera rayada que usaba para dormir. Bajó las escaleras y agitada llegó al piso 17, y se disponía a patear furiosa la puerta cuando del trombón salían las notas de “Puedes dejarte el sombrero puesto”.
SOBRE EL AUTOR
Nací en Victoria, Entre Ríos, estudié Ingeniería y Arquitectura en La Plata y supe abandonarlas antes de recibirme. Tengo 63 años (algo que se modificará en cualquier momento), una compañera, dos hijos, dos perros, un gato y un pato que me desafía apenas salgo al patio. Soy orfebre, pinto, escribo y tengo un programa de radio. Este año cumplo 15 años viviendo en San Rafael.