Por Naz
A los nueve años tuve mi primera obsesión.
Todo fue culpa de un libro de Teresa de la Parra donde la protagonista le mandaba una carta larguísima a su mejor amiga en París. Entonces ocurrió un flechazo, una cosa desmesurada: yo quería ser escritora.
Me volvía loca la idea de ser capaz de mantener a una persona tan entregada como yo a las páginas de «Ifigenia», saber construir esas frases que tuvieran el poder de convertirse en lágrimas, alegrías, congojas y rabias. ¿Cómo se hacía eso?
Lo primero que hice fue buscar el diccionario de mi casa. Pasaba tardes enteras recolectando palabras desconocidas para mí y las repetía en contextos que ni siquiera tenían que ver, solo por el placer de pronunciarlas. Era como llenarse la boca de caramelos de colores.
Después le pedí a mi mamá que me comprara un diario. Un día llegué a casa y vi sobre mi escritorio un cuaderno precioso de tapa blanca, con ilustración de florecitas. Por dentro tenía hojas de rayas azules y la contratapa era rosada. Ahí empecé a escribir.
Pero la cosa arrancó mal. Yo no sabía qué contar. Para ese entonces, me inventé que estaba enamorada de un niño de mi salón solo por el placer de imaginar nuestro falso idilio. Pero qué va, mi romance no conmovía ni a mi perro. Lo peor fue que mi mamá leyó esas páginas a hurtadillas y yo me sentí una farsante.
Entonces supe que mentir sobre uno mismo era peligroso y decidí escribir cosas que yo sabía que eran inventos míos. Qué liberador. Tenía frente a mí un chorro inagotable de princesas, dragones, sirenas, viajes a Saturno, dinosaurios. ¡No podía parar! Me encerraba en el cuarto a emborronar folios que después mi mamá pasaba en limpio en la máquina de escribir que había en casa.
Un día hubo un concurso en mi colegio, yo mandé uno de mis cuentos y gané. La alegría se trasformó en euforia cuando al día siguiente, mi foto apareció en el periódico junto a mi relato en el periódico local. Hace unas semanas mi madre encontró una copia de ese primer recorte y hoy lo comparto con ustedes.
En este 2021, lo que deseo es recuperar esa obsesión que me hizo sentir tan libre.
¿Y el tuyo cuál es?