Por Miguel Pérez Mateos
Presencia inmaterial que atesora
los libros que he leído,
y grabaron en mí,
palabras que perduran
Lo dijo alguna vez, refiriéndose a su propia poesía. “Hija de la emoción”, según informa el Diario El País (España), con motivo de la desaparición física del bardo en febrero de este año.
A su vez, el Diario “El Litoral” remarca que “…la suya es una poesía desde la derrota, despojada de artificios, de concisión y sencillez aplastantes, que con los años se volvió tremendamente popular. También por una concepción bella de lo que debe ser la poesía: algo que se entienda, que se pueda leer, y que busque la verdad”.
Y la verdad es que me sentí impactado cuando leí, por primera vez, el poema “Autopista”, en el que Margarit menciona a Neruda tachándolo de “ególatra y patético”. Entonces, en desconocimiento de un dato clave, no pude interpretar, cabalmente, ese texto poético. Es que siempre creímos que Neruda no tuvo hijos. Sin embargo, hubo una hija nacida de su matrimonio con María Antonia Hagenaar Vogelzans: Malva Marina, quien nació con hidrocefalia, motivo por el cual el poeta abandonó a la mujer y no se hizo cargo de la pequeña, ni respondió a los reiterados reclamos de la madre. Según leí, hasta el Partido Comunista, al que Neruda estaba afiliado, bregó para mantener el secreto, que podía perjudicar la fama del vate reconocido mundialmente.
Este es el dato que yo desconocía y que me explica el contenido del poema de Margarit. Él había pasado por una experiencia similar pero obró de manera distinta a Neruda. Anna Margarit murió casi recién nacida y significó para el escritor un durísimo golpe, al igual que la desaparición de otra de sus hijas, Joana, poco tiempo antes de su propia muerte, al extremo de titular un libro con ese nombre: Joana.
Volviendo entonces al poeta que hoy rescatamos, quiero señalar que comencé a leer sus textos cuando supe de su existencia, a través de una noticia que daba cuenta que haría una lectura de sus versos en la Residencia de Estudiantes en Madrid. De allí en más, comencé a buscar información, biografías y a leer sus poemas. Como era dable esperar, encontré de todo. Seguidores (muchos) y detractores (algunos). Desde aquellos que reconocen el mérito literario, que a mi modesto juicio y gusto personal tiene, hasta algunos catedráticos españoles contemporáneos al poeta que señalan aspectos de su poesía, la que consideran menor por el solo hecho de estar ligada a su vida personal.
Joan Margarit escribió en dos lenguas: la suya natal, el catalán, y en castellano.
El mismo poema era escrito en ambas, sin que eso signifique que hiciera su propia traducción de una lengua a otra, sino que lo pensaba y volcaba al papel en cada una, reconociendo que el ejercicio le servía para “mejorar” su escritura. “No son poemarios duplicados o traducidos, sino obras desdobladas”, señala uno de los comentarios que leí en los diarios mencionados.
Por lo demás, es válido decir que nació en Sanaüja (Segarra, Catalunya) en 1938 y pasó su infancia, adolescencia y parte de su juventud en Barcelona. Allí murió el día 16 de febrero de 2021, vencido por el cáncer que padecía, dos meses después de haber recibido, en un acto privado, el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras castellanas. Pese a lo avanzado de su enfermedad, ese día leyó poemas en los dos idiomas que hablaba y escribía. El premio le había sido otorgado en 2020, pero su entrega se vio postergada por las restricciones impuestas por la pandemia, según detalla el Diario “El Litoral”. El poeta y también arquitecto, de 82 años, dejó un libro inédito que la Editorial Visor debe haber publicado en marzo pasado.
Con motivo de la muerte del escritor, «Diario de Sevilla» tituló una de sus notas sobre Margarit así: “Entre la exactitud y el amor”, en referencia a sus dos grandes pasiones: la arquitectura y la poesía, y cómo se imbricaban una con la otra.
Muchos fueron los premios concedidos al poeta, no solo en el ámbito de la literatura catalana sino también en el de la literatura castellana. Todos reafirman la vigencia de su poesía, galardonada entre otros con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2017), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes, ya mencionado.
Este es, someramente, nuestro poeta de hoy, el mismo que dijo, entre otras cosas:
- «…no creo que yo fuera capaz de escribir un poema así». «Porque amar no es enamorarse» (dijo refiriéndose a un poema de quien lo entrevistaba sobre el “comienzo de una relación amorosa”).
- “En poesía no puedes hallar nada fuera; todo está dentro de uno y ahí hay también mucha porquería: rencor, cosas fatuas… Hay que saber encontrar lo bueno y, en un segundo estadio, transformarlo en palabras”.
- «De lo que siento acerca del mañana, lo más parecido a una certeza es que Joana y yo no volveremos a vernos» (sobre su hija muerta poco tiempo antes de su propia desaparición).
Compartimos algunos de los poemas del escritor, señalando para quien desee conocer otros que puede ingresar a su página: https://www.joanmargarit.com/es/poemas-para-leer-y-escuchar.
CANCIÓN DE CUNA Duerme, Joana. Y que este Loverman oscuro y trágico del saxo de tu hermano en Montjuïc te pueda acompañar toda la eternidad por los caminos que son bien conocidos por la música. Duerme, Joana, duerme. Y a poder ser no olvides tus años en el nido que dentro de nosotros has dejado. Mientras envejecemos, conservaremos todos los colores que han brillado en tus ojos. Duerme, Joana. Esta es nuestra casa, y todo lo ilumina tu sonrisa. Un tranquilo silencio: aquí esperamos redondear estas piedras del dolor para que cuanto fuiste sea música, la música que llene nuestro invierno. AUTOPISTA Empieza a anochecer, y en el coche la voz grabada de Neruda recita sus poemas. Entre roncos camiones nuestros faros se adentran en la lluvia. Parece que buscaran a una niña olvidada en una tumba y el poema que él nunca le escribió. Ególatra y patético, mi héroe ¿llegó a sentir alguna madrugada que amar no es escribir cantos de amor? Pobre Neruda, pobre gran poeta llorando bajo tierra por la niña que le esperó en un viejo cementerio en los campos violeta y amarillos de Holanda. Los poemas la ocultan como a un pájaro muerto que el viento va cubriendo de hojarasca. ULISES EN AGUAS DE ÍTACA Vas llegando a la isla, ahora sabes qué es el azar. Vivir, qué significa. Tu arco será polvo en un estante. Polvo será el telar y la pieza que teje. Los pretendientes, que en el patio acampan, son sombras de los sueños de Penélope. Vas llegando a la isla mientras bate el mar contra las rocas de la costa, igual que el tiempo contra la Odisea. Nadie tejió nunca tu ausencia. Nadie vino tampoco a destejer tu olvido. Por más que, a veces, la razón lo ignore, Penélope es la sombra de tu sueño. Vas llegando a la isla: las gaviotas cubren la playa y no se moverán cuando al pasar no dejes huella alguna, pues tú no existes: eres la leyenda. Quizá un lejano Ulises murió en Troya, y quizá lo lloró alguna mujer, pero en el sueño de un poeta ciego continúas salvándote: en la frente de Homero, riguroso, eterno, cada vez que rompe el alba un solitario Ulises desembarca. SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO Hemos parado el coche junto a este largo muro de cipreses. Hace treinta años que vivimos juntos. Yo era un chico inexperto, tú una chica desamparada y cálida. Sombras de la última oportunidad van cubriendo la luna. Soy un viejo inexperto. Tú, una mujer mayor desamparada. NO TIRES LAS CARTAS DE AMOR Ellas no te abandonarán. El tiempo pasará, se borrará el deseo —esta flecha de sombra— y los sensuales rostros, bellos e inteligentes, se ocultarán en ti, al fondo de un espejo. Caerán los años. Te cansarán los libros. Descenderás aún más e, incluso, perderás la poesía. El ruido de ciudad en los cristales acabará por ser tu única música, y las cartas de amor que habrás guardado serán tu última literatura. AVENTURA DOMÉSTICA Solo en casa y mirando en los armarios. Encuentro algún antiguo mapa de carreteras, contratos que han vencido, estilográficas que ya no escribirán ninguna carta, calculadoras con las pilas secas y relojes que el tiempo ha derrotado. En los cajones suele, como una rata triste, anidar el pasado. Vacíos, los vestidos cuelgan igual que viejos personajes que nos interpretaron. Pero encuentro también tu lencería, color arena, o noche, con pequeños bordados. Bragas, sostenes, medias que despliego y que me hacen volver hasta el brillante —y a la vez misterioso— fondo de amor y sexo: lo que da, de verdad, vida a las casas, igual que se la da a un puerto lejano la luz de los cafés y de los barcos. HORARIOS NOCTURNOS Acostado contigo, oigo pasar los trenes, y sus ventanas cruzan encendidas mi frente rasgando el terciopelo de esta noche. La pausa de silencio me deja una luz roja, la nota en el pentagrama de cables y de vías oscuras y brillantes. Acostado contigo, oigo cómo se alejan con el ruido más triste. Quizá me he equivocado no subiendo a uno de ellos. Quizá el último acierto sea —abrazado a ti— dejar pasar los trenes en la noche. EL ORÁCULO Eres tú cuando niño, con un cazo. En el pequeño matadero, aguardas a que te vendan sangre. Hay, sobre el suelo de cemento, un banco con las cabras tendidas en hilera, balando, atadas y ofrecido el cuello. Bajo una de ellas has dejado el cazo. Es negra y suave. Con parsimonia, un hombre armado de un punzón, la ha degollado. Como ocurría en Delfos, el mensaje del chorro rojo golpeando el cazo con el mismo sonido que ahora escuchas, fue difícil y oscuro, y has tardado cuarenta años en interpretarlo. Lo haces ahora, mientras meas sangre. LLEGAS TARDE A TU TIEMPO Llegas tarde a tu tiempo. Son palabras duras que escucho como una derrota. Pero ahora no sé, ya, de combate alguno, ni qué tiempo fue el mío. Es una pena no ser nadie y haberse equivocado de tren, haber perdido la maleta, pasar de largo por estar dormido, y ahora, cansado y sin la ropa limpia, verse en un hotelucho de una sola y mala estrella: ésta debe de ser la mía. Lo dejo todo menos el poeta que queda del desastre. Jugaré a que también me equivoqué de siglo: esto será París y yo Verlaine. CASA DE MISERICORDIA El padre fusilado. O, como dice el juez, ejecutado. La madre, ahora, la miseria, el hambre, la instancia que le escribe alguien a máquina: Saludo al Vencedor, Segundo Año Triunfal, Solicito a Vuecencia poder dejar mis hijos en esta Casa de Misericordia. El frío del mañana está en la instancia. Hospicios y orfanatos fueron duros, pero más dura era la intemperie. La verdadera caridad da miedo. Igual que la poesía: un buen poema, por más bello que sea, será cruel. No hay nada más. La poesía es hoy la última casa de misericordia.