Por Mayrin Moreno Macías
En Mendoza hay grandes escritores de minificción. Así lo considera un apasionado de este género, el escritor Camilo F. Cacho, quien hace poco fue reconocido por su faena literaria en su ciudad natal, que según él «huele a vino, a murmullos y a historia compartida»: San Carlos.
Para este 2021, Camilo tendrá la dicha de visibilizar microcuentos de escritores y escritoras locales, acompañados de las ilustraciones de la artista visual Nehuén Álvarez, a través de la Revista Kilómetro Cero, en una nueva sección llamada «MendoFicciones».
«El espacio estará abierto a todos los que quieran compartir sus relatos. Para participar deberán enviar un microrrelato que no supere los 1.000 caracteres con espacios y una breve biografía no mayor a 400 caracteres con espacios. Luego la ilustradora hará su tarea. Ambos textos deberán enviarlos a mi correo personal: panchocachop@gmail.com».
―¿Cuál es la diferencia entre un cuento y una minificción?
―La diferencia entre el cuento y el microcuento radica en la longitud del texto y el proceso de descripción del cuento es más amplio que el del microcuento. Los microcuentos son breves, para algunos el límite es de 300 palabras, para otros no puede superar una carilla. Otra de las cosas a tener en cuenta es la economía del lenguaje como principal recurso, para que no sobre ni una palabra ni una acción, y genere la sorpresa o el asombro. Además, debe estar narrada en un lenguaje coloquial o poético, con un drama intenso y siempre un final puñalada. Por otra parte, utiliza recursos narrativos como el humor, la paradoja, la ironía y la sátira, pero está muy lejos de ser un chiste, un poema o un panfleto de autoayuda.
Incompleta
Ella aprovechó la recomendación del ministro de salud de tener sexo virtual durante el aislamiento y dio rienda suelta a sus fantasías reprimidas con alguien de Tinder.
Los amantes cibernéticos se abandonaron a fogosas citas. Ella mostraba unos ojos encendidos, una boca que aullaba de deseo, unos generosos pechos que levantaba como trofeos, y a veces bajaba la cámara para dejar ver un sexo húmedo y dichoso. Pero siempre se encontraba incompleta. Sentía que engañaba al amante, que algo de ella no estaba en escena, mientras él se entregaba a disfrutar, exhibiéndose erecto y satisfecho.
La cuarentena finalizó. El propuso un encuentro piel a piel. Ella sintió la presión y no supo excusarse. Desde la cama escuchó a su madre llamarla para desayunar. Apagó la cámara y se dirigió a la sala con la pierna ortopédica ya puesta.
La fortuna de un vegano
Victorio era fanático de los asados y de las milanesas a caballo.
Un día acompañó a disgusto a su novia Justina a una feria orgánica instalada justo detrás de un circo. Allí vendían productos naturales, repudiaban la matanza salvaje y la explotación del reino animal.
Cerca del lugar, la puerta de una jaula quedó abierta por descuido. De pronto, los visitantes de la feria comenzaron a correr despavoridos.
Victorio tuvo que colaborar con los bomberos para reunir lo que había quedado de Justina.
Camilo F. Cacho
Escritor
Un espejo para el lector
Para Camilo, lo que influye en los textos es algo que suele llamar “asamblea de voces”. Se trata de lo que estamos conformados: las vivencias a lo largo de nuestra vida, lo que hemos leído, las películas que nos han marcado, lo que otros nos han contado. Todo este conjunto permite construir nuestras propias historias. “Cualquier persona que escribe con la intención de que lo lean, intenta transmitir una especie de conmoción, es decir, con-mover, mover del lugar al lector. Que ese lector cuando termine de leer sienta que ya no será el mismo que antes. Y no es que uno busque modificarle la vida, sino simplemente procura hacerlo pensar”.
―¿Por qué es importante escribir las historias de nuestras vidas?
―Las historias que nos atravesaron cobran sentido cuando podemos inmortalizarlas en un texto narrativo. Muchos de nosotros hemos tenido abuelos o tíos o vecinos con el poder de narrar, pero si esas historias nunca se escribieron, es posible que se pierdan con el tiempo. Creo que toda historia es importante cuando toca alguna fibra íntima en aquel que la lee. El escritor debe tener la capacidad de mostrar un mundo. Debe ser, como dice Mempo Giardinelli, “un espejo en el que el lector vea y se vea”, aquello a lo que se le llama identificación: el lector siente en esas imágenes recuerdos parecidos, o que ha pasado por ciertas situaciones similares, y eso le creará una empatía, una solidaridad con lo contado que hará que la historia se le torne inolvidable.
―¿Cuál es la realidad hoy de un escritor minificcionista? ¿Consideras que las redes sociales le han dado un impulso a la minificción?
―El género de minificción está teniendo mucho auge en los países hispanohablantes, aunque las editoriales en general siguen priorizando la novela. Hoy la mayoría de la gente, en sus momentos de ocio, prefiere husmear la vida de los otros desde su celular antes que abrir un libro. Por eso la microficción es un género que irá creciendo aún más porque que se lleva muy bien con la inmediatez de las redes sociales y lo digital.