Por Fabiana Riera
Un diputado provincial de Mendoza, de apellido Cairo, quiere prohibir el lenguaje inclusivo. Dice «tener miedo de que afecte la compresión lectora y el proceso de aprendizaje», lo define como «ridículo»…
Ridículo es intentar imponer una norma escrita por sobre la realidad.
Ridículo es negar la diversidad de identidades de género a través de una prohibición.
Ridículo es que se use el dinero y el tiempo de una función pública para normas que carecen de sustento.
Ridículo es promover el retroceso en adquisición de derechos.
¿Miedo? Nunca sirve de nada. Pero si tememos, que sea a un peligro real: la alimentación de estudiantes a los que solo se destinan $16 por día en merienda, a que nuestrxs pibes no puedan ser acompañadxs debidamente en sus problemáticas porque no alcanzan las horas ni los cargos; miedo a que cuando regresemos a la presencialidad plena sigan sin alcanzar las sillas, a que los docentes no puedan desempeñar en forma óptima la tarea por tener cientos de estudiantes a cargo por semana para poder llegar a fin de mes…
Estxs gobernantes no tienen que tener miedo, sino que deben preocuparse, estudiar y ocuparse.
La educación tiene problemáticas reales, que nada tienen que ver con esa ampliación de derechos, porque eso es el lenguaje inclusivo, ampliación de derechos. Y a quien le moleste, que se pregunte internamente qué tiene que resolver, porque el problema es individual y de esas personas, no es para definir políticas públicas al respecto.
Le aconsejo que optimice su tiempo y se ponga a estudiar las leyes e investigaciones pertinentes para comprender la ridiculez de su «proyecto».
Por último, en educación, en las escuelas, no se prohíbe, se dialoga y se educa. A esta altura de nuestra historia nacional, ya deberíamos haber aprendido que las prohibiciones no sirven para nada, solo hacen daño.
Le invito a formarse (que además es su deber) para dejar de tener miedo y correrse del ridículo.