Por Reinaldo González
“El único latinoamericano que forma parte del selectísimo grupo de seis personas que han ganado los dos premios de fotografía más importantes del mundo: el World Press Photo (en 1962) y el Pulitzer (en 1963), nació en Apure (estado llanero de Venezuela) y vivió en Los Teques (capital del estado Miranda)”.
Así expresa su admiración por Héctor Rondón Lovera (1933-1984) la apasionada fotógrafa Mayrin Moreno Macías, quien no se explica cómo este logro con tintes de hazaña ha pasado por debajo de la mesa. “Es como ganarse el Oscar y la Palma de Oro (Cannes) y que no te valoren como cineasta”.
Ni siquiera por oportunismo, una conducta generalizada en los tiempos que vivimos, se ha exaltado la obra del autor de La ayuda del padre, título de la foto multiganadora. En ella, un cura sostiene por los brazos a un soldado herido en medio de la balacera que fue El Porteñazo, insurrección civil-militar iniciada el 2 de junio de 1962 en Puerto Cabello, estado Carabobo, que sucedió a otra de similar naturaleza ocurrida el 4 de mayo de ese año en Carúpano, estado Sucre. Ambas formaban parte de la estrategia del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) para derrocar a Rómulo Betancourt, luego de que este traicionara los ideales y la alianza que lo llevaron al poder.
“El cura y el soldado concentran el interés. Ambos hacen un triángulo. Las líneas del poste y la santamaría del lado derecho los ubican en el centro de la imagen. Se trata de un plano completo, los dos personajes aparecen con cuerpo entero. La luz natural no produce sombras duras; de hecho, en el agua se refleja la santamaría del lado izquierdo”, agrega la apasionada fotógrafa.
Para el momento de la insurrección, Rondón era el fotógrafo de Policiales del diario La República, fundado el 25 de abril de 1961, que circularía durante ocho años. “Al llegar, haciéndole caso al mayor, nos retiramos a la pared. Luego de que habían pasado cerca de diez tanques, empezaron a disparar de todos lados. Los muertos iban cayendo. No se veía a quienes disparaban, ocultos en las casas. Los masacraron a todos. Cayeron diez en la esquina, los que iban conmigo… Era como un cuarto para las 7. Junto a mí iba otro fotógrafo, Blasco. Cuando el último tanque, donde yo iba junto al otro fotógrafo, llegó a la esquina de La Alcantarilla, empezaron los disparos… Disparaban hasta granadas. Los tanques se fueron, finalmente, dejando a los muertos. Entonces fue cuando vimos que venía un cura por la acera derecha… Había un soldado herido. El cura trató de socorrerlo, lo levantó, trató de cargarlo. Yo tomé la foto. Era una escena horrorosa y a la vez tan humana. Blasco y yo le gritamos que saliera de ahí porque lo iban a matar”, relataría el reportero gráfico.
Gracias al premio, “el Negro” recibió ofertas de la cadena Reuters y del diario The New York Times, entre otros medios. También fue corresponsal de guerra en varios conflictos latinoamericanos. Falleció a causa del cáncer el 21 de junio de 1984.
“El autor recorta un pedazo de la realidad y le da significado. Las virtudes, las circunstancias políticas y la manera como fue difundida la foto hacen que sea icónica”, concluye la apasionada fotógrafa.