Por Mayrin Moreno Macías
Cada vez que Caro Rapini sube al escenario y le «sacan un olé», un escalofrío recorre su cuerpo. Ella escucha a su corazón. Sabe que existe algo más. Es el momento que más se quiere, se siente fuerte y segura.
―Puedo ser yo más que nunca, puedo mostrar mi verdad. Es un momento de abstracción y a su vez de una conexión profunda. Vestirme de flamenca para mí es un ritual que me reconforta y me llena de alegría y plenitud ―dice.
Caro no recuerda su vida sin el flamenco. Es su manera de expresión más sentida. Y aunque ha bailado su vida entera, hoy también se forma en cante flamenco para elevar ese sentimiento.
―El flamenco es mi manera de vivir. Realmente pienso que es algo que me acompaña desde alguna otra vida o por herencia de mis antepasados españoles. Es un sentimiento muy fuerte y muy profundo, difícil de explicar. Hay gente que nace en ese mundo, en la cuna, en España o en una familia flamenca o gitana, por ejemplo, y lo viven intensamente a diario, los acompaña en todas las circunstancias de su vida, lo que los lleva a sentirlo de esa manera. Sin embargo, yo lo vivo con esa misma intensidad, lo llevo como bandera desde que tengo memoria, y realmente lo siento con una verdad y una pasión inagotable.
En sus idas y vueltas a España ha perfeccionado su trabajo. Y como ahora estará una temporada en Argentina, retomará sus clases regulares de baile, cante y compás para principiantes (que nunca han bailado o que llevan tiempo sin bailar) y para avanzados que quieran profundizar aún más sus conocimientos y desde una perspectiva más amplia.
―Con protocolo, podrán ser presenciales para grupos muy reducidos o particulares privadas, y también he planeado una opción virtual o semi presencial adecuándonos a las circunstancias, dice.
Inicios
Caro se adentró en este mundo desde niña y no paró nunca más. Una felicidad que llegó muy temprano para convertirse en el centro de su vida, aspiraciones y deseos.
―El recuerdo más lejano que tengo es de cuando aún no empezaba el jardín. Iba a una guardería que quedaba en la esquina de mi casa. Mi papá volvía después del mediodía y como el resto de la familia no estaba, para no almorzar solo, me pasaba a buscar. En ese entonces lo que más sonaba «parecido» a flamenco era una canción en un CD de Serrat que yo bailaba una y otra vez mientras acompañaba el almuerzo de mi padre. Él siempre dice que era muy muy chiquita y ya llegaba decidida, me ponía los zapatos, la pollera y show privado. Ya se notaba que no era solo un juego de niña.
―¿Cuál consideras que es el elemento más importante del flamenco?
―Para que a uno algo le transmita y le llegue a su alma, tiene que ser ejecutado con verdad. Y el flamenco tiene eso, es la forma de expresión milenaria que, atravesada por diferentes culturas, transmite una profunda verdad, cuando acompaña cada momento de la vida, cuando pide justicia, o llora las penas, cuando celebra alegrías y amor… Creo que lo más importante del flamenco es eso…su verdad.
Caro prefiere dentro de los estilos del flamenco los que son bien profundos, algo tristes y melancólicos. Sigue a cantaores como Camarón, la familia Rancapino, Pedro el Granaíno, entre otros. Las canciones que la mueven son la «Nana del caballo grande» de Camarón y «Réquiem» de Vicente Amigo.
También ha tenido la posibilidad y la suerte de conocer personalmente, verlas bailar y estudiar con las bailaoras que más admira: Juana Amaya, Belén López y Gema Moneo. “Ha sido demasiado inspirador para mí”, exclama.
Instagram: @carorapini