Vender ambulante: el don de la charla

Por Iván Daniel Tagarelli

Una de las cosas más lindas de vender ambulante, en las calles, parques y plazas, es el diálogo permanente con la gente, y como en mi caso trabajo con comida, eso se da más. Es que un buen vendedor tiene que tener el don de la charla, y si no lo tiene, practicarlo. Por algo en Venezuela no se les llama manteros, ni ambulantes, se le llama buhoneros y charleros. 

Acá en Mendoza he tenido la posibilidad de caer bien con los vendedores de la vieja guardia, tipos de palabras elegantes, bien vestidos, pero que no se comen ninguna, que se paran de manos y que las han hecho todas. Tipos sesentones, algunos de setenta incluso, con más historias que García Márquez. Algunos de estos tipos conocían a mi tío Rony, de Mar del Plata, también ambulante y medio leyenda el hombre, y eso me ayudó a caer bien en el «gremio de los muñecos», como les digo a veces.

Charlar y escuchar. Todo se reduce a eso. La calle siempre habla, ya sea en las paredes, a veces en las caras y las miradas, a veces con quilombo, pero cuando se produce la charla, el diálogo callejero, se rompe la cuarta pared…

Muchas de las cosas que publico ni siquiera las digo yo, primero las escuché, después las analicé, escuché otras, y recién después me formo una opinión. Por eso  me da risa cuando se calientan (arrechan, en venezolano puro) conmigo. No soy ni intelectual, ni me gusta generar polémica ni nada, hablo como habla la calle, sin partidos ni sectas ni grietas ni razas…

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