Apuntes sobre «ambulantes» y «buscas»

Por Iván Daniel Tagarelli

En la jerga de los vendedores viejos existe el término «palo blanco», una persona que se hace pasar por comprador para atraer clientes. Y eso a veces pasa naturalmente. Hoy, por ejemplo, después de que le di dos vueltas al predio de la Virgen sin vender un carajo, cuando un grupito me compró, todos empezaron a llamarme y a comprar.

La persistencia es otra de las técnicas del ambulante.

A los vendedores más viejos no les gusta llamarse «ambulantes», se definen «buscas», y me encanta. Son anarquistas por naturaleza. Uno de estos «buscas», amigo mío de la San Martín, una vez me cagó a pedo porque me ofrecieron un trabajo pintando. Me decía: «No, pelado, ¡no!, ¡no!, jefes no». Es un joven de 70 años. Nos hicimos amigos porque conocía a mi tío Roni, también «busca», como yo. Cada vez que nos caen los «chanchos» de la ciudad (los inspectores municipales), mi amigo sale corriendo como un atleta. Me dice: «¡Corré, pelado, corré!, y me saca cien metros de ventaja. Dice que la calle es la que lo mantiene en forma.

Los vendedores viejos, si les caes bien, te pasan data: nunca vender de frente, sino poniéndose de costado, a 45 grados, y mirar a los ojos. Si sos hombre y viene una pareja, ofrecer mirando más al hombre, y si sos mujer, mirando más a la mujer (dicen que para evitar celos), tener todo limpio, hablar bien y cosas por el estilo. 

Son de poner apodos. A mí me dicen «Fleco», «Mechas», «Pocopelo», y algunos de ellos son «Maldita Sea», «El Rubio» (que obviamente es un morocho), «El Vikingo Salteño».

El «busca» es un interlocutor por naturaleza, no tiene nada que ver  con los vendedores más pendejos, que hablan en malandrín y que son pesados, y mucho menos con los que dan lástima: no los quieren.

El «busca» no sabe bien qué busca y tampoco le interesa mucho, que digamos. Podés encontrar «buscas» en las novelas de Soriano y los podés encontrar caminando por la Córdoba, en la Alameda, por los parques, en los bondis… Tienen mil historias, solo les faltan más oídos para escucharlas, pero ahí están…

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