Fotos: Mayrin Moreno Macías y Bautista Franco
Estos días nosotros andamos en las nubes, distraídos, muy bajoneados. Pero lo que más marcó del conflicto de Malvinas fue cuando rescatábamos a los sobrevivientes del crucero Belgrano. Pienso que los soldados, tanto de carrera como los que estuvieron en combate, no pensaron qué podía suceder, si nos iban a hundir, nunca pensamos eso. Siempre valoro a todos los conscriptos. Había chicos que solo tenían uno o dos meses de adiestramiento. ¿Qué podían saber? Lo que prevaleció en ese momento fue el amor a la patria, cosa que muchos políticos no entienden.
Mi nombre es Francisco Romero. Soy integrante activo de CEVEMA San Rafael. En el 82 era cabo segundo maquinista motorista, personal de cuadro, estaba destinado al destructor Bouchard. Fue el que intervino en la operación Mikado. Para ese entonces tenía 22 años. Hoy tengo 64. Esta fecha tiene un significado muy importante. En ella se perdieron muchas vidas de compañeros, amigos y conocidos. Volver de nuevo a la base y no encontrarlos. La tarea que nos asignaron en el Sur fue rescatar a los sobrevivientes del Crucero. Al principio fue algo emotivo, porque encontramos gente viva, pero había balsas en las que no iba ninguno con vida. Entre los que sacábamos me encontré con compañeros que habían estado conmigo en la escuela, algunos quemados, otros congelados por el frío, la hipotermia era lo peor, las temperaturas alcanzaban entre 18 y 25 grados bajo cero.
Por eso te decía que por estos días andamos en otra. Es uno de los graves problemas que tuvimos, que nos encerramos en nosotros mismos. El otro fue la falta de trabajo. Ahora ya estamos mayores, pero en aquel tiempo lo primero que tenían que haber hecho los gobiernos era dar buenos trabajos para que el Veterano se sintiera útil. El trabajo dignifica. También hay que decir que Argentina no es un país conflictivo y no supieron tratar a sus Veteranos. No hubo psicólogos ni psiquiatras capacitados para atendernos en la posguerra. En la obra social atienden a los abuelos, pero nuestra patología es distinta. Viví mucho tiempo en Buenos Aires. Me hice ver con un psiquiatra, pero lo primero que hizo fue recetarme pastillas, al principio en una pequeña cantidad y luego mucho más. Tuve que decidir no tomarlas más. Había encontrado trabajo como remisero y tenía a cargo esa responsabilidad. Fue lo más lógico.
Hoy me siento orgulloso de servir a la sociedad. Cuando vamos a dar las charlas en las escuelas, tocamos de manera superficial el conflicto, mucho de lo que sucedió allí se va a quedar con nosotros, por eso hacemos hincapié en los valores humanos y patrios. Esa labor no nos agranda, es una tarea humilde. Nos sentimos satisfechos.