«Clímax»: una película que incomoda y desespera

Por Iván Daniel Tagarelli

«Clímax» es otra de esas joyitas con las que nos sorprende Netflix de vez en cuando, no al nivel de «Parásitos» o «El Diablo a todas horas» (que para mí son de las mejores que han subido), pero sí como «Ya no me siento a gusto en este mundo» o el extraño western «Damisela».

Es una película que molesta, y mucho. No es inmoral, pero sí amoral, que es la especialidad de Gaspar Noé. Con planos secuencias que son una obra maestra, totalmente matemáticos, con coreografías muy locas que rompen con todo lo que se había hecho en el género musical, aunque la película no es un musical propiamente dicho.

Los créditos aparecen en cualquier parte sin lógica alguna, hay tomas verticales que llegan a marear y a causar una desesperación parecida a la que generó «Irreversible», del mismo director. La paleta de colores es mayormente roja y contrasta de vez en cuando con el blanco del invierno nevado y crudo del exterior, generando una sensación de respiro las pocas veces que se abre la puerta, un respiro momentáneo al claustrofóbico, rojo e infernal encierro que ocupa la mayor parte de la película y que, definitivamente, va en aumento hasta lograr ese «clímax» del título.

El hilo central es la violencia que se genera en un grupo de baile al ingerir ácido que alguien puso en la sangría. El tema de la sexualidad es encarado de una manera totalmente contemplativa, ni está bien ni está mal, simplemente está, y no de las mejores maneras. Una peli que te pone nervioso, que te lleva de lo maravilloso de las tomas a lo incómodo y desesperante del argumento.

A mí nunca me gustaron mucho los directores franceses, aunque Noé es franco-argentino, pero esto es otra cosa. No se puede negar que Netflix vino a potenciar el cine. Si uno busca bien, hay cosas muy buenas…

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