Texto y fotos: Mayrin Moreno Macías
A Los Sediciosos Aduladores no les quita el sueño llegar a un toque en limusina, ni que un montón de chicas se abalancen sobre ellos; tampoco la fama ni el dinero. Su forma de expresión está ligada a la humildad, la sencillez y la autenticidad. Esa originalidad no pasa por distinguirse de los demás, al contrario, son unos “cualesquiera”, unos “antihéroes totales”. Se quedaron en la época de los 70, en la que el rock era más intuitivo, se mejoraba el estilo y se tocaba una canción de principio a fin sin juzgar lo que salía. Esa libertad es la que hoy predican Lucas Panigutti (guitarra y voz), Diego Ruiz (batería) e Iván Panigutti (bajo).
Después de un año regresan al escenario para festejar el primer aniversario de Revista Kilómetro Cero, este sábado 13 de febrero a partir de las 22 en el bar El Duende (Mitre 372). Compartirán el espacio con una nueva performance de Martín Simari y los malabares de Niqui Rojo, en un encuentro multiartístico que hará honor a la diversidad en todas sus dimensiones.
“Los Sediciosos Aduladores presentan Cultura Chabón con el power del arte soleriano”, dice Iván, y exclama: “Mirá qué título, la gente que lo lea dirá ‘cómo que Cultura Chabón’, y además van a ver a Diego, quien fue parte de la primera formación junto a Marcelo Soler y Víctor Brendani. Me van a ver a mí, que fui parte de la segunda, y a Lucas Sedicioso, quien hace solos con la guitarra, canta, hace rítmica, se pone los temas al hombro.
Diego no está
La entrevista transcurrió en la entrada de la casa de Diego. Ensayarían esa noche. “Lo lamento, pero Diego no está”, aclaró su hermana. “Uhhhhhh… bueno, lo esperamos”. Iván y Lucas parecen sacados de la serie alemana Dark. Además de ser buenos amigos, tienen una filiación más directa: son padre e hijo que comparten una experiencia musical que viene de generaciones pasadas. El papá de Iván también es rockero, de los primeros rebeldes de San Rafael, pintor, escultor, seguidor de Led Zeppelin, Deep Purple, Black Sabbath, Bob Marley; y su suegro, abuelo de Lucas, también es bohemio, artista y rockero.
–Yo toqué con Cultura Chabón porque Víctor Brendani, maestro baterista que marcó varias épocas, y Marcelo Soler eran amigos de mi papá. Pegamos por legado en todo ese palo, gente de la zurda, de la bohemia de aquella época, perseguidos por los militares, apuntados por la sociedad, los pelolargo, hippies, que paraban en la esquina de Galver y siempre cargaban toda esa cuestión social y moral. Éramos los “vagos”, los “drogadictos”, los “borrachos”, y sí hay algo de eso, pero también éramos los que mostraban otra cosa a la gente que está domesticada y envasada y que no sale de ahí, que no se arriesga, temerosa. Siempre creando algo propio –relata Iván.
–¿Cuál es la sedición que promueven hoy?
–Iván: Es artística, también es política, social, pero sobre todo musical. Hoy podemos hacer arte independiente, grabar en nuestras propias casas, mostrar, tener espacios sin tocar ninguna puerta de esa industria que, como en su momento, sigue cuidando y repitiendo las formas, que no promociona algo si no es comercial, que no te llaman a participar de eventos. Por eso somos “sediciosos”, los músicos que no aparecen en las grillas, pero que sí hacen sus toques, sus actividades barriales, que no llegan al centro y que les gusta el rock.
–Lucas: Aun así vamos a seguir tocando. Es una satisfacción propia. No buscamos el reconocimiento, queremos mostrar lo que somos, auténticos y sencillos.
–Iván: Por eso la música es emocional, es tracción a sangre. No es algo superensayado y matemático, es lo que se manifiesta en el momento.
–¿Tiene que ver con la química?
–Iván: Lo humano es mucho más importante que lo musical. Víctor decía que para tocar una canción unos podrían tardar más, otros menos, pero todos terminarían tocando. Lo humano está por arriba. En lo musical nos podemos poner de acuerdo, ensayar, pero la conexión es en lo invisible. El rock es un género que encierra algo más. Es la expresión de libertad más zarpada.
–Lucas: Yo aprendo todo el tiempo. Es una responsabilidad interpretar los temas de Cultura Chabón. Aparte de lo musical, Diego tiene mucho escenario. También asimilo cómo armar las canciones y el peso que se necesita para tocar.
Chispazo soleriano
Media hora después, Diego llegó en bici listo para las fotos. Venía del laburo. No necesitó cambiarse. Se adentraron entre las plantas y ocurrió la transformación. El cansancio se disipó. Iván soltó unas ideas, Diego se colocó unos lentes negros, miraba a un lado, subía el rostro, con mucha naturalidad. Lucas sonreía y salieron las fotos y a los minutos al ensayo. Flor, madre de Lucas y compañera de Iván, los esperaba con un poco de pan y mermelada de durazno. Antes de tocar recordaron viejos tiempos: Diego mencionó cómo surgió el nombre de Cultura Chabón, compartió la anécdota de una piba que se sentó desnuda en el bombo y expresó lo que significa para él tocar estos temas, una manera de homenajear a los que ya no están. Así, un chispazo soleriano habitó el resto de la noche.