Por Camilo F. Cacho
Carmen Tocay es una joven poetisa y aborigen guatemalteca que trabaja temáticas que van desde la perspectiva de la indumentaria a la fuerza de la mujer indígena.
Proviene de una familia de mujeres tejedoras, arte que han trabajado las abuelas, las tías y la madre. Por los cambios de la vida moderna, ella no se ha dedicado a esta tarea. Sin embargo, se considera una tejedora de palabras.
Nos cuenta con orgullo que en su generación es una de las primeras mujeres indígenas que se acerca a escribir narrativa en Guatemala.
–Contanos sobre tus orígenes. ¿De qué manera ha influido esa cultura en tu proceso creativo de escritura?
–Soy maya cakchiquel, de un pequeño municipio llamado San Pedro Chuarrancho. No nací ni crecí en el área rural, toda mi vida he vivido en la urbe, pero mis raíces indígenas permanecen en mí y me enorgullece la cultura a la que pertenezco porque de ella deviene una gran riqueza. De mi madre aprendí que no debía avergonzarme de mi indumentaria maya, porque es un legado de nuestro linaje femenino. Nuestra indumentaria está llena de historias, como mujer es una forma de resistencia, a pesar de la discriminación que muchas hemos sufrido.
En mi proceso de escritura ha influido, y más en mi poesía, donde trabajo temáticas indígenas que van desde la perspectiva de la indumentaria a la fuerza de la mujer indígena. Vengo de familia de mujeres tejedoras, arte que han trabajado mis abuelas, mis tías y mi madre, yo no lo hago por los cambios de vida, pero soy una tejedora de palabras. En lo narrativo elijo temas psicológicos, lo fantástico, y temas sociales, acercando una visión indígena.
–En tu biografía te considerás como un colibrí de trueno. ¿A qué te referís con esta denominación?
–Es una denominación metafórica. El colibrí es parte especial en la cosmovisión maya, es un ave hermosa. Siento que me acompaña a través de los tejidos que porto, así como al escribir, por la libertad que representa. El trueno viene de mi nahual: yo soy Tijax, que se traduce simbólicamente como el trueno, por eso pienso que soy uno con mi palabra, porque quiero que mis letras resuenen.
–¿Tenes algún tema especial a la hora de escribir minificciòn? ¿Qué cosas son las que te inspiran?
–Los temas con los que más he trabajado son los psicológicos, la nostalgia, el olvido, el desamor, pero creo que siempre surge algo nuevo, cualquier temática es buena siempre y cuando se pueda construir un texto de calidad.
Me inspira la naturaleza, a veces en la minificción se encuentran miniescenarios ambientados en la naturaleza, es algo que también sucede con la poesía. Por otro lado, la música suele ser parte esencial cuando escribo porque al escuchar alguna melodía hace fluir palabras, sentimientos, emociones y ambientes. Los músicos hablan por medio de la música y a veces creo que hago retratos con letras de esas melodías que suelo escuchar.
–¿Qué espacio tiene el escritor aborigen dentro de tu país? ¿Ves alguna diferencia con escritores de ascendencia europea? ¿Son iguales las posibilidades de visibilidad?
–Los espacios para escritores indígenas son mínimos, quien abrió el camino a los escritores indígenas fue el poeta kiché Humberto Akábal, fue muy reconocido en Europa, Asia y América, por la calidad y fuerza de sus letras. Luego, las siguientes generaciones estamos siendo publicados en editoriales independientes, que hacen un gran trabajo, pues valoran nuestra escritura, ya que ellos se imponen ante el canon editorial que prevalece, pero aún estamos en la periferia de la literatura.
Claro que hay una diferencia abismal con escritores europeos, por lo mismo la tendencia del canon y además porque son narradores. Resulta que los escritores mayas escriben más poesía, son pocos los que escriben narrativa, y pues, qué te digo, quizá me estoy apresurando con esta respuesta, pero con pláticas entre amigos escritores del área rural, puedo decir que en mi generación soy una de las primeras mujeres indígenas que se acerca a escribir narrativa.
Creo que la posibilidad de visibilidad tanto en mi país como en otros lugares del mundo sería por la calidad de la escritura, con ello se puede llegar más allá de las fronteras, tal como lo logró Luis de Lión, narrador y poeta cakchiquel y Ak’abal, a quien personalmente admiro mucho y es parte de la influencia literaria de mi país.
–Escribiste un precioso microrrelato sobre las historias de amor y la Luna. ¿Qué significa para tu cultura y para vos la Luna?
–En realidad es un poema, también escribo poesía, pero creo que tiene esencia de la narrativa. Para mi cultura la Luna es nuestra más antigua Abuela. En el idioma cakchiquel no se conoce como Luna, se le nombra como Abuela, y bueno, en el poema viene esa mezcla entre los idiomas. Para mí la Luna, en esencia, es eso una de mis abuelas. Ella ha estado desde siempre allí para inspirarnos, y desde la visión maya es quien da el arte de tejer. Mi madre es una artista tejedora y eso también lo relaciono conmigo.
–Contanos qué ha significado para vos ser parte del colectivo Internacional de Minificcionistas Pandémicos
–Para mí formar parte del colectivo tiene mucho valor, primero porque antes en realidad no sabía si había más escritores de minificción, y luego tuve una gran sorpresa. La verdad es muy enriquecedor, ya que gracias a ello mis conocimientos en el género han crecido y he podido conocer todos los espacios y cómo el género ha prevalecido en toda América. Constantemente estoy aprendiendo de cada uno y sinceramente admiro a todos pues tienen una ardua labor con la literatura en su país. Además, estar en el colectivo fue esa motivación para escribir temas sociales, que en algún momento lo había pensado, pero no me atrevía y este fue el momento más preciso para hacerlo.