«Los mareados»

Por Humberto Márquez
Ilustración: Julietnys Rodríguez

 

Los mareados1De mis favoritos tangos, siempre en la onda de la amorosa locura y de la rochela encanto, debo reseñar el de Enrique Cadícamo, “Los mareados”, aunque de su historia haya mucha tela que cortar. Lo básico en letra, rareza, risa y llanto en teatro de curda y arrabal: “Rara…/ Como encendida/ Te hallé bebiendo/ Linda y fatal/ Bebías/ Y en el fragor del champagne/ Loca reías/ Por no llorar”.

La figura del champagne como sustitución de la cocaína, morfina u opio, los juguetes mentales de la época, “el eufemismo del tango”, como diría el doctor Eduardo Giorlandini en “Chamuyando tangos”… La historia real es que antes se llamó “Los dopados” y el cambio no fue por censuras tontas, como hasta ahora mucha gente ha creído, sino porque –como nos cuentan en Todotango–  “la música de Juan Carlos Cobián presenta como primer antecedente a ‘Los dopados’, como un aporte musical para una obra teatral del mismo nombre. La letra correspondió a Raúl Doblas y Alberto Weisbach, autores también de la obra”…

“Pobre piba, entre dos copas/ tus amores han logrado/ Triste hazaña de un dopado/ que hoy festeja el cabaret”. Fue estrenado el 4 de mayo de 1922 en el Teatro Porteño, y grabado por Roberto Díaz, acompañado en el piano por el propio Cobián y Agesilao Ferrazano en violín, el 13 de enero de 1924. Fresedo también lo había grabado en forma instrumental el 20 de mayo de 1922.

Pero la historia se pone buena, porque al irse olvidando “Los dopados”, dos décadas después, y tal como lo relata Cadícamo en sus memorias, “un día Troilo llega muy entusiasmado a su departamento trayendo la vieja grabación de Fresedo en la creencia de que era instrumental y solicitándole que escribiese una letra. Ambos ignoraban que este tango ya tenía letra. Los reparos de Cadícamo se basaban en la ausencia de Cobián, que en esos momentos se hallaba en los Estados Unidos, pero confiando en su gran amistad con el músico se decidió a escribir “Los mareados”, lo que implicaba no solo una nueva letra, sino inclusive el cambio de nombre del tango.

Los mareados poster tango

 

Un tango mutante

En medio de tanto nombre y mutación sufrida por este tango “Los mareados”, vale decir que inicialmente se llamó “Clarita” y que nació sin letra, la que finalmente le sobró. La de Raúl Doblas y Alberto Weisbach, que incluyeron en su obra de teatro “Los dopados”, que fue a su vez su primer nombre; y como ya lo decía, de sus grabaciones primas quedaron en RCA Víctor la propia de la obra, en voz de Roberto Díaz, acompañado en el piano por el propio Cobián, y la instrumental de Osvaldo Fresedo para el mismo sello, sobre la que Cadícamo escribió la versión que prevaleció.

Y es ahí donde los cronistas meten a  “Aníbal Troilo que, al parecer, conocía la grabación de Fresedo pero ignoraba que ya había una letra, le pidió otra a Enrique Cadícamo y con la misma y el nuevo nombre de ‘Los mareados’ lo grabó para el sello Víctor con la voz de Francisco Fiorentino el 15 de junio de 1942”.

Pero la cambiadera de nombre no cesaba y resulta que “la censura provocó otro cambio de letra y de nombre, que pasa a ser ‘En mi pasado’, pero luego de unos años vuelve a llamarse Los mareados”.

En “Los mareados”, Enrique Cadícamo propone el momento en que una pareja hace una suerte de balance final y el hombre sentencia la separación: “Hoy vas a entrar en mi pasado”, reseña Ricardo García Blaya en TodoTango… Y, más adelante, comprendiendo también el dolor de la mujer, “Cada cual tiene sus penas y nosotros las tenemos… Esta noche beberemos porque ya no volveremos a vernos más”. Es una pena que expresa una pérdida para ambos, una confesión conjunta, presentada como un sino fatal.

El terrible destino de todo amor que empieza, que por más linduras, pasiones y enamoramiento bello y loco, indefectiblemente se habrá de terminar. Por lo más, la poética Paul Geraldy salva el final del amor. “Hoy vas a entrar en mi pasado”. O más que salvarlo, ayuda a traspasar la última senda del dolor.

Los mareados 2 (1)

 

El Mareado perdido

Ocurrió una circunstancia en los días de las reseñas del tango “Los mareados” de Enrique Cadícamo en su segunda versión. Resultó ser que se nos enfermó Juli, nuestra flamante ilustradora, y su trabajo llegó tarde, por lo que tuvimos que colocar una gráfica de emergencia, pero era tan linda la imagen, como todas las suyas, que convine en guardarla para usarla en algún momento de alguna falla digital sobrevenida, y quedamos en nombrarla “El Mareado perdido”, por lo que si ya lo están leyendo, algo debe haber pasado. Jeje.

Así que “revolviendo el guiso quemado en la olla”, como diría en “Chamuyando tangos” el doctor Eduardo Giorlandini, más cercano a la verdad habría sido el título “Los encurdelados”, a lo que yo le agregaría que pudo haberse llamado también “Los emburdelados”, porque el tango tiene su acta de nacimiento en burdeles, lupanares y, por supuesto, en el cabaret. Vale decir que “chamuyo” es una voz del lunfardo que se aplica al discurso de un hombre para llevar a la cama a una mujer e incluye también la conversación trivial que hacen las personas para llenar los huecos del silencio. Y aunque también se cuenta que el tango fue en principio bailado por hombres, quién quita que a más de uno le hayan chamuyado en la nuca. Comentarios homofóbicos aparte, con el perdón de la concurrencia, por especular con la historia. El chamuyero del doctor Giorlandini introduce otro elemento medio escandalizante, tal vez porque en su inicio se llamó “Los dopados”. Fue el consumo de fármacos o sustancias estimulantes en las letras, pues no había ley que sancionara penalmente la ingesta de drogas, como la cocaína, la morfina y el opio.

El fin de fiesta de este bienamado tango culmina, como bien transcribió Juli, en su preciosa ilustración casi perdida:  “Esta noche beberemos porque ya/ no volveremos a vernos más”.

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