Por Bautista Franco
Nunca antes una producción audiovisual sobre ajedrez había alcanzado el éxito de la miniserie Gambito de Dama, y no solo en referencia a la cantidad de visualizaciones, sino también a la inserción del juego ciencia como tema de conversación apasionado. Decenas de miles de personas hablan y desean jugar al ajedrez luego de que Beth Harmon se presentó a ojos de los espectadores. Quienes no saben, quieren jugar, y los que saben, también. Es, para los fanáticos del tablero de 64 cuadros, un verdadero sueño, la llegada de la justicia y el reconocimiento del placer de pensar.
A los ojos primerizos de los espectadores que poco y nada saben de este deporte, es menester informar que el mundo del ajedrez carece de aburrimiento. Cuando en el tablero se sucedían combinaciones apasionantes, a su alrededor las tramas superaron muchas veces la ficción. Una de ellas es la del polaco Miguel Najdorf.
Este Gran Maestro hizo historia y se inscribió en el récord Guiness en 1947. En 1939 participó de un torneo llamado “Copa de Naciones de Ajedrez”, que se disputó en Buenos Aires. Mientras aquello ocurría, se produjo el estallido de la Segunda Guerra Mundial y terminó quedándose en Argentina. Era de familia judía y volver no era la mejor decisión.
Durante un año mantuvo comunicación por correspondencia con sus consanguíneos, hasta que los nazis pusieron en marcha “la solución final”, una política genocida de persecución y exterminio que acabó finalmente con la vida de 6 millones de judíos. Fue entonces que las comunicaciones fueron interrumpidas.
Najdorf trabajaba vendiendo seguros y jugando al ajedrez. En 1946 logró juntar el dinero para viajar a su país natal, donde vio la masacre que se estaba desarrollando. Comprobó allí la dificultad de contactar a sus familiares y se puso en marcha para enviar un mensaje que recorriera el mundo y avisara a sus seres queridos que estaba con vida.
En 1947 en Sao Paulo, en el marco de los festejos por el aniversario de la fundación de la ciudad, se desarrolló la más grande exhibición de ajedrez a ciegas que se haya visto hasta ese momento. Allí el maestro polaco jugaría contra 45 tableros simultáneamente y con los ojos cerrados. Najdorf era conocido por su singular memoria y ya había realizado una proeza similar en Argentina contra 40 tableros, pero sin la presencia de veedores oficiales. Esta vez en Brasil se enfrentó a los tableros durante 23 horas y 25 minutos. Miguel Najdorf tenía en ese momento 36 años y se había embarcado en la difícil tarea de derribar uno a uno los reyes de sus contrincantes, que rotaron durante las horas en que se desarrollaron las partidas.
Realizó 1.166 jugadas ante los ojos maravillados de los veedores, que lo vieron vencer en 39 mesas, empatar en 4 y perder en solo 2. Najdorf había logrado ser noticia mundial y su mensaje de vida recorrió el mundo.
Al día siguiente, aún sin dormir por la turbación que le había provocado la tarea, se presentó en un club cercano y se puso a reproducir, de memoria, claro, las jugadas que le habían hecho sus contrincantes. Era un caso especial. Finalmente en un cine se durmió en las butacas.
Najdorf, récord mundial, obtuvo el reconocimiento en América Latina y se inscribió en la historia del ajedrez mundial. Esperó durante años algún tipo de respuesta por parte de sus familiares hasta que comprendió el trágico mensaje que escribía el silencio. Murió casado y con dos hijas en 1997.
A veces la realidad supera la ficción, aunque lo lamentable es que no se encuentren nunca y, por lo menos en el mundo real, sea imposible decir que Beth Harmon y Miguel Najdorf jugaron un partido.