Por David Cepero
Lic. en Ciencia Política y Administración Pública
Venimos pensando y diciendo que es fundamental en este tiempo de emergencia poder pensar (hacer el espacio para) los grandes temas. En este espacio que llamamos La Casa Común, hemos escrito algunas notas sobre la utopía, el Estado, la ciudadanía, la política y hoy lo haremos sobre la democracia.
En la tarea de pensar, fui a buscar un momento feliz para la democracia argentina: la recuperación en 1983 y aquel discurso del presiente electo, Raúl Alfonsín, en el que dijo “Con la democracia no solo se vota, sino también se come, se educa y se cura”.
Con la democracia se vota
Para una democracia recién recuperada fue clave volver a votar. El voto en determinados contexto es un acto revolucionario. En una democracia consolidada el voto es un mecanismo central, en un momento del calendario electoral, pero la democracia ya tiene actos cotidianos de sustento antes, durante y después de una elección.
Lo mínimo, para una democracia, es poder votar. Pero es el primer paso. Luego viene “el vivir en democracia y democráticamente” y eso es más complejo. Ahí tienen un rol clave el devenir del Estado de derecho y sus instituciones, y sobre todo, el lugar de centralidad que ocupe la preocupación por la democracia en los partidos políticos.
En la columna anterior escribí sobre la necesidad de renovar la política, hacia una “política de la escucha”, construyendo “mesas de trabajo Estado-ciudadanía” con quienes nunca han sido invitados/as a participar de dichas mesas, de la agenda pública. Decíamos, hay una parte importante que parece tener “pausado” su ejercicio de ciudadanía. Solo vota, por obligación, pero descree del acto. La democracia está pausada ahí, está en un mínimo, hay que vitalizarla.
Con la democracia se come
¿Votar asegura el plato en la mesa? Votar implica la posibilidad de elegir, entre distintas opciones, y según cual sea, habrá más platos o menos. Lo que sí es seguro es que al votar hay un/a “representante” votado/a que asume un compromiso y la ciudadanía obtiene el derecho a reclamar por dicho compromiso. Fuera de la democracia no hay compromisos, garantías ni derechos, hay un “sálvese quien pueda”, que traducido es “sálvense los poderosos”.
El INDEC da cuenta de que al finalizar el primer semestre de 2020, el 30,4% de los hogares y el 40,9% de la población se encuentran bajo la línea de la pobreza. A los efectos devastadores del neoliberalismo se suman los efectos de la pandemia. Un desafío para la democracia. El Estado impulsa políticas neokeynesianas (como en casi todo el mundo) y sabemos que tienen por virtud (largamente probada) la recuperación de la actividad económica en plazos cortos, generando empleo y mejora del salario.
En particular creo que el mayor desafío será construir consensos amplios para pensarnos como un todo, como parte de un mismo tiempo y destino, miembros de una misma casa: la casa común. No basta con que una política pública sea correcta, es necesario que la mayoría acompañe y, por sobre todo, sea parte activa de su “construcción”.Con la democracia se educa
Nuestro país se puede sentir orgulloso de su sistema educativo, de su historia, de sus intelectuales, científicos, de sus docentes y de su infraestructura, como así también de la cobertura del sistema que en los niveles obligatorios es casi plena. Tenemos escuelas en cada rincón del país.
El sistema educativo es clave para la democracia. Hoy creo que el desafío pasa por democratizar nuestras instituciones educativas ampliando los espacios de formación y de participación ciudadana en las mismas escuelas. La democracia, lo venimos diciendo, tenemos que hacerla todos los días, y obviamente, el Estado, mediante el sistema educativo, tiene un rol y una posibilidad clave.
Con la democracia se cura
La pandemia lo primero que puso en cuestión y a nivel global fue la capacidad de los sistemas de salud de hacerle frente. El resultado es diverso, según el grado de consolidación de dichos sistemas, en cada país, pero hay costos tremendos en vidas humanas y hay secuelas luego del contagio que no estamos en condiciones aún de dimensionar.
El sistema de salud debe estar para construir un piso, una base, de acceso a la salud garantizado para toda la comunidad. Sin acceso a la salud, no solo hay deuda de la democracia, sino una muestra de su infancia, de su estado mínimo. Quienes en una comunidad carecen de cobertura, están fuera de hacer la democracia.
La pandemia nos trae infinitas preguntas relativas a la salud en el mundo que viene. Pienso en la potencialidad de las “mesas de escucha Estado-ciudadanía” para pensar de forma conjunta un nuevo sistema de salud.
Con la democracia
Con “la democracia”, tenemos posibilidad de revertir la pobreza, fortalecer la educación y garantizar la salud. Sin la democracia, no hay posibilidad de nada de ello. Pero el acto de votar en cada elección no es suficiente, necesitamos asumir los nuevos desafíos que el mundo nuevo nos trae y que son de gran complejidad, como decíamos en nuestra primera columna.
Lo dijimos ya: para ir a una democracia madura necesitamos de un ejercicio de ciudadanía activo y para ello es fundamental que las necesidades básicas de una población estén cubiertas.
El momento nos plantea la necesidad de una nueva democracia, “la democracia de la escucha”, que sin dudas es resultado de aquello que venimos pensando sobre el nuevo rol de la política y el Estado.