Rosa Montero: “Escribir ficción es mi manera de estar en el mundo”

Su obra literaria –traducida a más de veinte idiomas– es profundamente humana y seduce al lector por su agudeza, sencillez y humor. Cada uno de sus libros acarician y celebran la vida, al mismo tiempo que exploran la finitud como un recordatorio a apreciar el tiempo en el planeta

Por María Teresa Canelones Fernández

¡Había una vez unas ratitas que hablaban!, escribía una niña española en el año 55. Cuando escribía este cuento, llevaba un vestidito rosa y una rosa en la mano, y de vez en cuando bamboleaba el lápiz. Parecía que más bien dibujaba la historia. La niña rosa de medias blancas y hebritas de oro también jugaba con cachorritos y alimentaba salamandras y lagartijas en su jardín madrileño. Las hadas rondaron su cuna al nacer y le concedieron el don de la imaginación. Desde entonces, la niña rosa trepidante y creativa narró la ficción y la no ficción, y hoy es leída por millones de personas en el mundo. Esa niña vestida de rosa es Rosa Montero y bien podría ser una celebridad o un personaje de literatura, un mito o una leyenda, pero es tan cercana a sus lectores que desmitifica cualquier parámetro de grandeza y altar olímpico literario al que solo acceden los privilegiados. Rosa es humana y es lo que engrandece su obra.

rosa montero 1Cuento escrito por Rosa Montero a la edad de 8 años

Pero sus inicios profesionales en la escritura no tuvieron nada que ver con historias de unicornios, ni ratitas, ni ningún personaje mitológico que sobrevolara por su inquieta cabecita de novelista natural, sino más bien con la áspera realidad de una España y un mundo que debatía por entonces con timidez y prejuicios temas como el divorcio, el aborto y la homosexualidad. Se desempeñaba como freelance escribiendo artículos, así como notas en diarios orientados al cine y al humor. Años después se consagraría como una maestra en el género de la entrevista por su originales técnicas de narración, las cuales son actualmente estudiadas en muchas universidades de su país y de Latinoamérica.

 

“Jamás se debe hacer una pregunta
que no te interese verdaderamente saber”

 

Durante los 80 Rosa Montero se convirtió en una especie de estrella de rock por sus entrevistas publicadas en El País de España. Ella misma cuenta que muchos de los que escribían para ese diario durante esa época se pusieron de moda como la Coca Cola. Llegó a entrevistar a gente tan adorable como indeseable, como el Ayatollah Khomeini, exlíder político y espiritual de la Revolución Islámica. Esa vez tuvo que cubrir su pelo y sus cejas con un pañuelo y mantener la cabeza gacha, lo que le resultó complicado porque el entrevistado era muy bajito y para colmo estaba sentado en el piso. “Aquella entrevista ha sido la más estrafalaria de toda mi vida porque la hice prácticamente tumbada sobre la alfombra”.

Su personaje más fastidioso y disparatado –según cuenta– fue el escritor turco Orhan Pamuk, debido a que lo encontró nervioso, impertinente y mal humorado porque por ese tiempo sufría persecuciones como consecuencia de su literatura contestataria. A pesar de eso, le cayó bien por ser un tipo raro.

entrevista el país Ana BelenPrimera colaboración con El País de España

También intentó entrevistar a Yasir Arafat –ex líder nacionalista palestino–, pero este de manera grotesca solo le respondió con consignas los pocos minutos que la atendió sin mirarla, hasta que decidió echarla justo cuando iniciaba su cuarta pregunta. “Tuve la sensación de haber estado ante uno de los grandes tiranos de la historia”, dice.

Indira Gandhi, exministra de la India, y Margaret Thatcher, exministra del Reino Unido, fueron otras de las inalcanzables con las que por suerte logró sostener una conversa sin censura, aunque quizás no entrañable.

En sus más de 2.000 entrevistas realizadas, la conmovió conocer a Ana María Matute, novelista española miembro de la Real Academia. Sintió fascinación al charlar con la novelista británica Doris Lessing, quien seis años antes de su muerte ganó el Premio Nobel de Literatura. Al escritor peruano Vargas Llosa llegó a definirlo como “formidable, inteligente y gran polemista”, al economista bengalí Muhamad Yunus –inventor del microcrédito– lo catalogó como “un ser luminoso y de colosal humanidad”. Y amó a Malala, una joven activista pakistaní “a la que los talibanes metieron una bala en la cabeza tan solo por querer estudiar”.

rosa montero 6Entrevista al escritor británico Martín Amis

En el año 82 entrevistó al escritor argentino Julio Cortázar, quien se definió como un animal literario por vocación y por naturaleza, así como profundamente latinoamericano. Pero su entrevista más entrañable, confiesa, fue la de Paul McCartney porque cuenta que desde niña fue una beatlemana apasionada. “Cuando lo entrevisté él tenía 47 años y parecía haberse derretido como un cirio. La entrevista fue preciosa. Habló con serenidad, con humildad, con tanta veracidad. Por dentro seguía estando muy vivo y muy sólido”.

Son más de 40 años escribiendo artículos en su columna Maneras de vivir –publicada en el diario El País– y revelando en ellos su mirada al mundo sobre temas de diversa índole, incluidas posturas radicales, reflexivas y amorosas, sustentadas bajo los parámetros de las ciencias de la comunicación, con una trayectoria periodística que la ha llevado a explorar territorios del conocimiento académico que tienen que ver con la política, la economía, el arte y la ciencia, razón por lo que estas publicaciones son utilizadas en la enseñanza secundaria y en muchas de las pruebas de selectividad en España. Son referencia además en universidades en Francia para la enseñanza del español.


En los años 70 colaboró con medios españoles como: Fotogramas (revista sobre cine), Pueblo (periódico vespertino en contra del régimen franquista), Hermano Lobo (revista sobre humor), y desde el 77 trabaja para el diario El País. En la actualidad sus textos periodísticos son publicados en Clarín (Argentina), El Mercurio (Chile), y sus artículos en Stem (Alemania), Libération (Francia) y The Guardian (Reino Unido)


En Ratas que muerden, uno de sus artículos de octubre de este año, referido a las consecuencias sociales del coronavirus, cita a la economista Noreena Hertz, quien argumenta en su libro El siglo solitario “que la soledad social así como fomenta el populismo y la extrema derecha, fomenta la agresividad, el odio al diferente y el apoyo a los líderes más extremistas”. La investigación revela que “uno de cada ocho británicos reconoció en 2019 que no tenía ni un amigo en el que confiar, y en Estados Unidos, tres de cada cinco adultos se sienten solos”. Señala que “los ratones mantenidos en una jaula muerden a los nuevos ratones que les meten. Cuantas más semanas hayan estado solos, más violento y feroz es el ataque al recién llegado”. Pareciera que la soledad mal llevada o impuesta es más letal que cualquier virus.

En Aprovechar el tiempo –otro de sus más recientes artículos también alusivos a la pandemia– celebra el último libro de Alejandro Gándara, Dioses contra microbios, afirmando que es una oda a la metamorfosis, a la vida en comunidad, así como a la transformación positiva en el ser humano, a la solidaridad y al amor. El autor dice: “Nuestra época es alérgica a la transformación del mismo modo que a la muerte”. “Cuando perdemos nuestra condición de humanos somos ciegos”.

rosa montero 4Rosa Montero en el despacho del búnker secreto de Stalin en Moscú,
durante el rodaje de la serie Dictadoras

El precio de la imaginación

Antes de estudiar Periodismo, Rosa hizo teatro, fue hippie y cursó en la Universidad Complutense de Madrid varios semestres de Psicología “porque pensaba que estaba loca”. Así como escribía cuentos desde niña, también estuvo muy consciente a esa edad de su finitud en el planeta y el hecho de morir le angustiaba. Pero curiosamente, aunque la muerte se instaló en su pensamiento y es recurrente en sus novelas, y además es la razón por la que se convirtió en escritora –según ha dicho–, no es el eje de su literatura, pues esta es una cascada de vida, habitaba por la originalidad, la libertad, la intuición, el ingenio, la diversión y la espontaneidad, características de un genio creativo que devora para bien el arte de decir con la chispa de la fantasía que existen otros mundos y que, aunque fantásticos, tienen una significativa carga aleccionadora sobre la realidad. Una vez más Rosa no se equivocó, la locura roza exquisitamente su obra para hacerla más humana.

“Para mí lo fantástico siempre ha formado parte de la realidad. Esa idea del realismo, que solo se limita a lo tangible, me parece tremendamente empobrecedora. La realidad también incluye los sueños y los delirios, el nazismo fue un delirio y cambió la realidad del siglo XX. En mi cabeza ambos territorios, realidad y fantasía, se mezclan sin problemas. Lo complicado es trasladar esa visión a los libros, porque este mundo se mueve por estereotipos muy férreos. A un lado está la literatura fantástica, al otro la realista. Desde hace muchos libros intento mezclar ambas de manera natural, igual que lo siento dentro de mi cabeza”.

Rosa desnuda sus emociones cuando juega a ser un poderoso dios y se permite vivir otras vidas –una de las cosas que más disfruta de escribir novelas–. Ella dice que su imaginación es desbordante, que camina por sí sola y que ya no le preocupa poder controlarla. “Imagino cosas bellas pero también terribles. La imaginación me hace más miedosa y más tendente a la angustia. No obstante, pago con gusto ese precio”. Ese viaje sensorial, extremo en la emoción, le resulta fascinante cuando se mete en la piel de tantos personajes quienes, dice, le enseñan y explican su mundo.


Ha publicado las novelas: La función Delta (1981), Te trataré como a una reina (1983), Amado Amo (1988), Temblor (1990), Bella y Oscura (1993), La hija del caníbal (1997), El corazón del Tártaro (2001), La Loca de la casa (2003), Historia del rey transparente (2005), Instrucciones para salvar el mundo (2008), Lágrimas en la lluvia (2011), La ridícula idea de no volver a verte (2013), El peso del corazón (2015,) La carne (2016), Los tiempos del odio (2018) y La buena suerte (2020)


Para Rosa Montero, “el pensamiento es esencial para vivir una vida plena, para intentar ir aprendiendo y mejorando. Sin embargo, las novelas son sueños que se sueñan con los ojos abiertos. Nacen del mismo lugar del inconsciente de donde nacen los sueños y, aunque no tengan ninguna relación directa con la realidad ni con tu vida autobiográfica, no cabe la menor duda de que salen de lo más profundo de tu inconsciente y representan simbólicamente cosas muy hondas tuyas, aunque ni tú misma puedas entender qué significan. Las novelas se mueren si no las alimentas en su momento”, sentencia.

Rosa no se confiesa en cada personaje. Rosa no es Lucía, ni Bruna, ni Raluca, pero sus lectores ya quisieran ser atrapados por singulares fantasmas interiores, o ser una detective androide replicante, o una adorable pintora de estrafalarios caballos. Rosa no es la periodista de la Loca de la casa, ni el omnisciente de La ridícula idea de no volver a verte, pero sí es César Miranda, porque su viaje narrativo le ha permitido meterse en su piel. Rosa no es la niña de Bella y oscura, ni La hija del caníbal, pero sus lectores desean la furia persecutoria de Sofía Zarzamala, así como las aventuras de la adolescente guerrera Leola y la sorpresiva pasión de Soledad. No hay una ecuación, solo un momento de Eureka que fluye con la magia de lo impredecible, y de la perseverancia y el trabajo del visionario. No se trata del demonio que habita en los escritores, sino del Daimon de Platón, esa voz interior a la que “escucha y obedece”.

Son tantas mujeres en la literatura de Rosa, que dice que “en Occidente tenemos un terreno enorme ganado, gracias a las pioneras que se batieron el cobre antes de nosotras, pero aún queda muchísimo por conseguir. En primer lugar, tenemos que ser conscientes de que nosotras también somos educadas en el machismo y somos las primeras en no valorarnos igual que valoramos a los hombres”.

“Cuando te encuentras escribiendo una novela te sientes tan impregnado por la vida de esas criaturas imaginarias que para ti no existe el tiempo, ni la decadencia, ni tu propia mortalidad. También eres eterno mientras inventas historias. Uno escribe siempre contra la muerte”. La loca de la casa

rosa montero 2Obra de teatro sobre su personaje Bruna Husky

 

La novela: “Ese inmenso juguete”

Para Rosa Montero, la novela es el género literario que más se parece a la vida porque es sucio, borroso, contradictorio, palpitante y confuso. Dice que para escribir hay que ser resistente, soportarlo todo, y se siente dichosa por tener ese inmenso juguete.

“La ciencia ficción es una herramienta metafórica poderosísima para hablar sobre la condición humana porque se sale de los límites de lo real. Puedes crear un símbolo, una metáfora que nos represente, de la misma manera pura y honda que los cuentos infantiles representan la vida”. Rosa dice que necesitamos el arte para poder soportar que estamos vivos, logrando transformar el dolor en belleza y humor a través de la literatura. “Lo maravilloso es poder tener esa alquimia que le da cierto sentido al sufrimiento. El arte es una herida hecha luz, decía el pintor Georges Braque”.

 


De sus novelas se han hecho una decena de adaptaciones teatrales, varios  cortometrajes, un largometraje, una ópera e instalaciones artísticas, tanto en España como en diversos países europeos y americanos. También trabajó como coguionista, presentadora y entrevistadora en la serie documental argentina Dictadoras (2015)


 

Con un hermoso camino literario y un sinfín de sensibilidades exploradas, dice que aún se encuentra en la búsqueda de saber cuál es su forma única y nueva de nombrar el mundo. “A eso aspiramos todos los escritores”, expresa.

Rosa convive perfectamente con su yo escritora porque para ella escribir es natural. “Es lo que soy”. Y como escabulléndose de la realidad, también dice orgullosa y plena: “Escribir ficción es mi manera de estar en el mundo”.

«El éxito es una característica de la mirada de los otros, tal como te lo conceden, te lo quitan. Es una chispa de luz de los ojos que te miran»

rosa montero 3Rosa Montero en el Polo Norte

Rosa, siempre maquinando historias, es como una fábrica de ficciones ambulante. Va por la calle con sus perras Petra y Carlota, o está contemplando salamandras en el campo, y de repente plas… una chispa, y todo lo enciende. Está leyendo biografías, o escribiendo cartas y plas… una luz y todo lo ilumina. Los novelistas son luces y, aunque batallen con la oscuridad de la muerte, sus historias son solo tocadas por la vida. La vida, su fuente, el punto focal de su imaginación. Por cierto, para Rosa los libros son talismanes, tiene un tatuaje de salamandra, le gustan las plumas y casi siempre lleva en el cuello una resina ligera que le ilumina la cara. Ella dice que es una baratija, pero que le encanta. Rosa es dulcemente humana. ¡Y tal!, como dice siempre en sus entrevistas.


Entre sus premios destacan: Mundo de Entrevistas (1978), Nacional de Periodismo Literario (1980), Primavera de Novela (1997), Premio Martín Fierro a la mejor producción de tv extranjera Media Naranja, en Argentina, Asociación de la Prensa de Madrid a toda una vida profesional (2005), Lectores del Festival de Literaturas Europeas de Cognac, Francia (2011), En Parla se inauguró un Colegio de Educación Infantil y Primaria que lleva su nombre (2012). Premio Crítica de Madrid (2014). Premio Nacional de las letras españolas (2017), Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras (2019), Premio Leyenda, otorgado por la Asociación de Librerías de Madrid (2019), Viajera en el Tiempo (2020), y el Premio CEDRO, por su compromiso permanente con la defensa de los derechos de autor (2020), entre otros


En su “Runrún creativo” –como ella lo llama–, Rosa inventa, crea, viaja, se pierde, se encuentra, dice, comunica, es la elegida, es libre, creativa y se permite practicar el absurdo. Rosa se burla de la esquizofrenia y convierte en arte la denuncia, la incomprensión, las contradicciones y el horror. Rosa disfruta camuflarse mientras sus personajes vibran. Rosa seduce con el lenguaje, profundo, sencillo, potente en su espiritualidad, y su literatura viaja, vuela al futuro y legitima mundos coherentes, dóciles, frágiles, fuertes y explosivos que aportan desde la ficción a la supuesta realidad. Rosa continuará siendo una niña a la que jamás alcanzará la muerte.

Y mientras, sus lectores se preguntan: ¿Qué pensará Rosa cuando viaja en avión? ¿Qué comerá Rosa? ¿Cuál será su oración? Rosa además de ser la escritora de cabecera de muchos, es también como la tía o la madrina que todos quisieran integrar a su álbum familiar. Mientras, ella, Rosa, continúa soñando con aquel superhéroe, con aquel dios torero de brillo fulminante, diciéndole en cada sueño «¡Buena suerte, papá!».

“Sólo siendo absolutamente libre se puede bailar bien, se puede hacer bien el amor y se puede escribir bien”.
La ridícula idea de no volver a verte

la ridicula idea

 

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