Por Carolina Elwart
Leandro Ubilla
José Luis Morales
Pensar el dominio estadounidense en América Latina es pensar el saqueo de nuestros recursos naturales. El “patio trasero” poseía selvas, bosques, cordilleras, ríos y llanuras prestas a ser saqueadas por empresas de renombre, avaladas por el gobierno yanqui y a veces por los nuestros. La mano de obra era regalada, porque el imperio le hace un favor al patio al saquearlo. Este debe reciprocidad y qué mejor que colocar esos brazos mestizos a merced de la voracidad del capital, que en pocas décadas deglutió en su orgía de ganancias cientos de cuerpos latinos.
Pensar el dominio es pensar también en la injerencia, casi siempre subrepticia, en la forma y orientación ideológica de nuestros gobiernos. Como tutores nos indican el verdadero gobierno y la verdadera forma democrática para encontrar la senda del desarrollo. Si fuera necesario con fuerza. “La letra con sangre entra” dice un principio pseudo pedagógico, sólo que en la dura experiencia latinoamericana las letras y el aprendizaje nunca entraron. Porque al parecer de ellos, no estamos hechos para la democracia liberal. Sufrimos una especie de defecto o pecado originario que nos hace deformes e incompatibles con los principios del buen gobierno.
Pero ni el saqueo económico acompañado por sectores nativos, ni la injerencia en los asuntos políticos de los países latinoamericanos moldeados a la forma y conveniencia yanqui aseguraron el dominio. El dominio, como todos lo sabemos, es cultural y como todo dominio se hizo perdurable cuando los dominados adoptaron, no solo el estilo de vida del dominador, sino también su pensamiento.
Esta canción nos trae una tremenda ironía sobre USA y la decadencia de su súper héroe. El capitalismo con sus torres de cristal y sus cadenas de supermercados que manejan los precios como se les ocurre. Todo está garantizado por el dominador.
El Capitán América en un colectivo en Buenos Aires, lo mandan para el fondo, se pasa, ya no está en su América, es América del Sur, bien al sur. Como solemos decir en el culo del mundo.
Ensuciándose la ropa, manchado por la grasa tercermundista. Es un héroe que está en un lugar desconocido sin glamour. No es un héroe para nuestros lugares, es un héroe importado, impuesto como muchas costumbres que ya no cuestionamos, las vemos como “naturales”.