Por Mayrin Moreno Macías
En la escuela Martín Güemes de La Llave trabajan con 50 colmenas. La miel que producen las abejas es de las flores que rodean las fincas. Los chicos realizan todas las tareas, se ponen su traje de protección, prenden el ahumador, abren y recambian panales, extraen la miel y luego envasan, etiquetan y venden el producto. «Con mucho orgullo por haber logrado un ciclo de trabajo», dice Genaro Molina, quien es apicultor y profesor de Apicultura de la escuela.
Genaro comenta que la pandemia ha sido una sorpresa. «Uno no se supone estas situaciones. Te hace ver que todo puede pasar, hasta lo inimaginable. Sin embargo, somos seres adaptables, con mayor o menor tolerancia», dice.
Él se dedica a la actividad apícola desde que terminó el secundario. Fue su elección de vida, porque desde niño vivió rodeado de naturaleza. Sus padres eran agricultores y él además sentía un profundo respeto y cariño por los animales. La perseverancia también estuvo presente, se capacitó con el pasar de los años y esa experiencia hoy la comparte con sus estudiantes y todo el que quiera aprender. «La miel es un producto natural dulce con muchas propiedades que hacen mejorar nuestra salud y producirla es acompañar el bienestar del medio ambiente».