Camilo F. Cacho:  “La literatura me permitió reconciliarme con ese rasgo de exagerar sin ser reprimido”

Por Eliana Soza Martínez

El escritor argentino Camilo Francisco Cacho tiene claro que la literatura fue la mejor herramienta para contar historias que guardaba en la memoria. Desde que la descubrió, se preocupó por formarse, estudiando primero Literatura Hispanoamericana y haciendo luego diferentes talleres de escritura creativa.

Ahora también dicta su propio taller, en el que devuelve los conocimientos aprendidos a noveles escritores.

Cuando se sienta a escribir, en uno de sus espacios favoritos de la casa, ante todo reflexiona sobre  “cuál es el sentido de lo que quiere transmitir y si esa historia es digna, por algún motivo, de ser contada”.

También es consciente de que tiene temas que lo sensibilizan más que otros, estos tienen que ver “con la falta de oportunidades, la vulneración de derechos, las minorías de cualquier tipo”.

Este año, a pesar de la pandemia, ha tenido muchas alegrías, entre ellas ser parte del Taller de Lengua de Señas del Instituto de Educación Superior Rosario Vera Peñaloza y del colectivo internacional Minificcionistas Pandémicos (MP), del que siente que se va nutriendo a diario.

Para el futuro tiene dos proyectos de libros de cuento y minificción que todavía están en proceso de revisión, pues Camilo cree que la buena literatura es como un delicioso plato de comida, no se puede apurar su preparación y debe ser sacado del horno en el momento exacto.

 

–¿Qué encontraste en la literatura que marcó tu vida?

–Desde muy chico tuve un rasgo muy marcado que me lo hacían notar con frecuencia y es que cuando contaba algo, exageraba o añadía cosas que no eran reales. Una amiga me decía siempre que de lo que contaba había que tomar en cuenta que un 30 por ciento era exageración y mi pareja lo reafirma cuando le estoy relatando algo. Creo que, en el afán de no sentirme reprimido, quizá de manera inconsciente, elegí dedicarme de lleno a escribir porque descubrí que al hacerlo no solo podía desplegar mi característica de magnificar las cosas, sino además me permitía crear ficción desde las historias que guardé por años en mi memoria. Entonces, creo que la literatura fue la que me permitió reconciliarme con ese rasgo de exagerar sin ser reprimido.

–¿Qué géneros escribes y cómo llegaste a la minificción?

–Cuando empecé a formarme de manera más sesuda, comencé a escribir novela, pero me di cuenta que era un error de principiante comenzar por este género literario y lo abandoné. Después me di de lleno a la narrativa de cuentos y es lo que más escribo actualmente. Hace un tiempo comencé un taller de microficción dictado por el profesor Matías Campoy y allí conocí más en profundidad sobre el género y me sentí muy cómodo, así que además de escribir cuentos más largos, escribo microficción.

–¿Qué temas te inspiran para escribir o cuáles te obsesionan?

–Lo primero que hago al momento de escribir es saber cuál es el sentido de lo que quiero transmitir y si esa historia es digna por algún motivo de ser contada. Los temas que me obsesionan son justamente aquellos que llegan a mí por determinadas circunstancias y se me presentan como urgentes y necesarios de contar. Por lo general, y quizá tenga que ver con mi formación académica (trabajador social), me sensibilizan temas que tienen que ver con la falta de oportunidades, con la vulneración de derechos, con las minorías de cualquier tipo, y en todos los casos elijo escribir sobre temas realistas. Creo que aún no he escrito nada fantástico o de realismo mágico, aunque no lo descarto.

–¿En qué espacios te has estado formando últimamente? ¿Cuán importante es para ti la formación académica para escribir?

–Tengo la dicha de vivir en una ciudad donde está ubicada una de las mejores universidades públicas y gratuitas de Argentina: la Universidad Nacional de Cuyo. Allí cursé Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras y me abrió un gran panorama acerca de la literatura en Hispanoamérica. Por otro lado, actualmente me formo en la escuela de escritores Casa de Letras de Buenos Aires y participo del taller de Cuento del joven y talentoso escritor Tomás Downey, quien ha obtenido importantes premios. También desde hace un tiempo dicto el taller Escribir desde las Emociones. Más allá de los ámbitos académicos, intento tener un espacio de lectura diaria de diferentes disciplinas y temas. Siempre escuchamos decir que se aprende a escribir escribiendo, pero creo que más allá de este ejercicio apasionante, debe haber en forma paralela una ardua formación en muchos otros planos: historia, política, filosofía, arte, literatura universal… Creo que la lista no terminaría nunca, todo al servicio de ir logrando una sólida hipótesis acerca del mundo y una posición maciza frente a la vida.

–¿Cómo has vivido este tiempo de pandemia?

–Este tiempo de encierro y virtualidad me ha llenado de posibilidades de las que estoy muy feliz y agradecido. Una de las más importantes es que fui convocado a participar en el taller de Lengua de Señas del Instituto de Educación Superior Rosario Vera Peñaloza. Allí cada semana se lee un cuento mío y de otra autora local y luego se traduce a lengua de señas. En la clase además participan alumnos sordos. Para mí ha sido muy emocionante poder entrar a ese mundo tan íntimo con mis letras. Otra de las cosas positivas es que he comenzado a formar parte del colectivo internacional Minificcionistas Pandémicos (MP), no solo por formar parte de un grupo humano maravilloso del que me voy nutriendo a diario, sino que sus experiencias y trayectorias, que en la mayoría de los casos son de muchos años, me ha ubicado en la realidad actual de la microficción a lo largo de los países hispanohablantes y también me ha conectado a otros escritores que están a la vanguardia del género. Obviamente también han colaborado en mi proceso creativo, ya que me he visto obligado y exigido a escribir de manera constante.

–¿Qué planeas en el ámbito literario para 2021?

–Quiero continuar con el dictado de mi taller, tras haber obtenido mucho compromiso por parte de los alumnos durante este año. También me seguiré formando como lo vengo haciendo. Obviamente tengo deseos de publicar en algún momento. Durante la cuarentena terminé de escribir un libro de cuentos que está en etapa de revisión y otro libro de Microficciones que también comencé a revisar con la escritora jujeña Ildiko Nassr, pero no quiero apurarlo y quedar mal con los “comensales” cuando quieran devorarlo y comprueben que está crudo y se sientan estafados conmigo por haberlo sacado antes del horno.

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