Por Carolina Elwart
Luisiana Salinas siente que escribir es una forma de entenderse a sí misma, “de ordenar mis emociones, de tachar, borrar lo que no va y dejar lo que realmente siento”.
Mientras la leo, pienso en todos y todas las que escribieron antes que ella, y ese sentimiento de que todo está escrito me late en las sienes para decir que si todo está escrito, lo importante es decirlo siempre de otra forma.
La escritora Virginia Woolf decía que para escribir debíamos enfrentarnos con nuestros propios fantasmas. Escritoras y escritores adolescentes forman un club de lectura y escritura en pandemia. No se pueden juntar, no pueden disfrutar de estar en las escuelas con sus pares, y entonces se ponen a leer y a escribir con quien se ha conformado en su guía.
Luisiana remata con una frase: “Escribo porque me sana, siento que de esta manera también puedo cerrar muchas etapas”. ¿Cuán doloroso es ser adolescente en pandemia? ¿Qué sienten y qué piensan? Es hora de dejar de teorizar sobre ellos y ellas, ponernos a escuchar y leerlos.
Sin título
Procuran que uno esconda el dolor abajo de la alfombra para que desaparezca,
que lo barra con una escoba y lo saque por la puerta como si nada,
como si no doliera,
como si fuera fácil,
como si no costara.
Así es como uno no sabe para dónde arrancar.
Así es como uno acumula cada vez más la angustia.
Así es como uno se calla,
como uno ya no busca ayuda,
como uno se refugia en las peores cosas.
Nos ponen fecha y hora, nos dicen cómo, nos hacen sentir una carga y nos dan los consejos que nadie quiere escuchar.
No saben que las soluciones mágicas muchas veces no existen,
que sanar se trata de transitar un proceso que a todos nos da miedo empezar
porque sabemos que ese camino nos cambia y eso nos asusta.
Respetemos, escuchemos, no juzguemos.
Dejemos a las personas sanar y volver, pero de a poco.
En su tiempo y forma.