Por Mayrin Moreno Macías
El público. El anhelo de cualquier artista. Esa energía vital que canta, que se pone la remera, que compra los discos, que va a los conciertos. En ellos piensa Iván Silva por estos días. Los tiene muy presente. De hecho, la primera foto que envió para ilustrar la entrevista fue de ese público, que él define como el “Rey que levanta o te baja el pulgar en el coliseo”. “No es joda asimilar que lo que hiciste gustó y que, por ejemplo, la gente se tatúe algún símbolo de tu banda. Por un lado sentís que tu reconocimiento ha llegado y, por el otro, tu ego va haciendo estragos adentro tuyo, porque te saca de lo que realmente sos, una persona liberando música. Esto fue para nosotros algo muy bello, pero en cierto punto contraproducente”, dice este perseguidor eterno de la libertad, quien además es vocalista y guitarrista de La Blusa.
Esta banda le dio un revolcón al encierro. Iván cuenta que los días de ensayo y grabación han sido la única rutina en los últimos meses. Hernán Alonso en la guitarra, Leandro Vieyto en el bajo, Juan Pablo Gómez en la batería e Iván aprovecharon que no hay fechas y se han dedicado a la composición y el armado de un nuevo material que ya están grabando. Ellos no tienen expectativas de cantidad de escuchas, tampoco estrategia de marketing, solo tienen un mensaje: que así como la comida, van a cocinar hasta que esté en el punto que les gusta.
Despertaron de un letargo para retomar la música que los hace felices. La banda sintió que quiso abarcar mucho. Procuraron complacer a toda la gente que se sumó y que con sentido de pertenencia les hizo una catarata de “sugerencias”, más canciones, mejores shows con sonido e iluminación. Ellos a su vez pedían más cantidad de gente en los shows y eso Iván lo mira hoy como una estupidez. Se desbordaron de fechas, rechazaron otras, sacaron un segundo disco: “La ilusión de estar despierto”. Se convirtieron en un producto ambulante que debía cumplir con otro producto: más gente, que en algunos casos ni les importaba su música. Iván aún recuerda la presentación de ese disco en el Teatro Selectro. Apenas superaba la mitad de su capacidad, pero fue increíble. “Sentimos que fue la gente que queríamos ahí y yo sé que esa gente sabe que fue así. La conexión que hubo esa noche entre la banda y el público fue todo lo que necesitábamos para entender de qué se trata lo que hacemos”.
Foto Cristian Cruciani
Sísifo
Desde un primer momento, el aislamiento le generó a Iván enojo y mucha ansiedad. Sin embargo, con el correr de los meses lo asimiló y buscó alternativas para no caer en depresión y en una eterna confrontación. Albert Camus decía que el rebelde no niega la historia que le rodea… se encuentra ante ella como el artista ante lo real, la rechaza sin eludirla. Por eso imaginaba a un Sísifo feliz, que experimenta la libertad por un instante.
A Iván le sucede que por más que lo evite, no puede dejar de analizar la situación y encontrar respuestas que no le convencen. “No creo en una vida solamente abocada a lo laboral, no cierra el criterio con el cual se define a un trabajador esencial. Por ejemplo, la TV está llena de programas en vivo de farándula que solo pudren la mente de las personas, ¿y uno no puede sentarse en un parque a tocar una guitarra alejado del tumulto? Desde mi punto de vista, crear música y airear la mente es mucho más saludable que mirar programas donde solo se alimenta una sociedad polarizada que discute solo para tener la razón y no para cambiar la realidad que lastima”.
Y continúa: “Puedo analizar que en esta pandemia entendimos que los/as dueños/as de las calles fueron las corporaciones, que nunca dejaron de funcionar (Rappi, Uber, Uber Eats, Pedidos Ya, Glovo), junto con las cadenas de supermercados, los monopolios mediáticos, la Policía (ente represor del Estado) y, claro, la clase privilegiada, que dentro de su territorio (barrios privados) hizo una ‘cuarentena’ bastante diferente al resto de la población. El tema es muy largo. Este aislamiento me sirvió para afirmar la idea de que nuestra sociedad es sumamente desigual, que el poder siempre se impone y que yo no quiero seguir alienado a ese sentido que le intentan dar a la vida. No vine a un mundo tan bello solo para trabajar. Soy privilegiado de tener un techo que millones nunca tendrán y quizá por eso lo valoro tanto y deduzco que no necesito mucho más. Aprendí a vivir con ‘poco’, hablando económicamente, voy a tratar de sacarme la necesidad de consumo de la cabeza, porque para consumir hay que generar y, si eso te sale ‘bien’, comienzas a acumular y ya lo dije y me lo dije en una canción: ‘Tu riqueza es la pobreza de alguien más’”.
Foto Iván Silva
–Muchos artistas están haciendo shows vía streaming. ¿La Blusa ha realizado alguno por estos meses?
–La transmisión streaming a nosotros no nos va. No hemos realizado ningún show así y dudo que lo hagamos. Siempre dejo una posibilidad abierta porque uno nunca sabe para dónde dispara la vida, pero difícil que entremos en esa. A ver, si tu protocolo de Gobierno es habilitar restaurantes, que vuelva el fútbol, que las corporaciones estén en las calles, que los ciclistas puedan hacer senderos, ¿por qué los músicos tenemos que aparecer por las redes sociales, en una plataforma de control absoluta? Nosotros no vemos oportunidad en esa modalidad, no nos interesan las personas como números. La música es sensorial, si quiero que me escuches con auriculares, grabo un tema. Ahora, si quiero que me veas… Lo dejo a criterio de cada uno/a.
Chile
Iván estuvo en Chile desde enero hasta marzo. No quería volver, pero tuvo que hacerlo por la pandemia. Se fue a tocar música a las calles y a pasar la gorra. Vivió una de las experiencias más lindas de su vida, dice. Su primera parada fue Valparaíso, un territorio de las artes y la cultura, que según Iván, a diferencia de Mendoza, no está controlada por un Ministerio que intenta imponer quién, cómo, dónde y cuándo se puede expresar. Llegó en medio de una guerra territorial entre la Policía y el pueblo. “Es difícil de explicar cómo entre tanta desigualdad, represión, abuso de poder y gases lacrimógenos a toda hora, se respira la libertad más hermosa que yo haya sentido en mis 34 años”. Estar allí fue vivir el arte en su máximo esplendor. “Las paredes literalmente hablan y la gente entendió que la vida no es ese orden que te mantiene preso de tu cuerpo. Por ejemplo, allá nadie te va a decir: ‘Nene, baja la guitarra que es la siesta o te llamo a la Policía’, sino que te va a escuchar, te va a regalar un aplauso o quizá te den una moneda para continuar tu viaje”.
Su segunda parada fue Santiago, a una cuadra de la Plaza de la Dignidad. “Una locura total, pero de la buena”, dice Iván. “Me abracé con desconocidxs, nos dimos fuerzas mutuas con lágrimas en los ojos. La gente regalaba libros en las movilizaciones. Vi la lucha de les Estudiantes en el subte y claro, pasé mi mensaje musical en cada rincón de esa ciudad. La brutalidad policial puede verse en cualquier video, pero hubo una noche en una encerrona que vi el cielo lleno de bombas lacrimógenas, y no estoy exagerando. En un lugar así tu vida corre peligro todo el tiempo, pero ahí puedes sentir que estás dentro de la sociedad que siempre soñaste. No me refiero a la violencia, me refiero a que la persona que tienes al lado está dispuesta a ayudarte pase lo que pase”.
La 7722 y la de Educación
Iván participó de algunas movilizaciones en defensa de la ley 7.722. También vio cómo aparecieron los oportunistas a buscar su rédito social. “Ahí es cuando yo me alejo de los movimientos. A mí ya no me gusta que me cuelgues la bandera. No me interesa cuando se quieren postular de vanguardistas porque la vanguardia siempre está ahí, no necesita ser reconocida. De hecho, la verdadera vanguardia no muestra la cara, porque sabe que esa guerra le puede costar la vida”.
La lucha por la educación Iván también la banca en las bases y recuerda que el gobierno de Cornejo y ahora el de Suárez siempre tuvo mucho apoyo de maestras/os y profesoras/es. “Esto no significa que no luchen, pero la lucha real no es solo cuando te tocan el bolsillo a vos, ¿me explico? Por ahí veo el síndrome de 2001, cuando la clase media pide apoyo a todos los sectores porque ahora vienen por ellos económicamente. La doble moral te va a decir que yo debería estar al 100% en tal lucha, que la educación no es joda, que vienen por mí también. ¿Te crees que no lo sé? Desde Sarmiento en adelante la educación que recibimos es un adoctrinamiento absoluto. ¿Recién ahora se dan cuenta?
Esperanza
Iván siente que mutamos hacia un sistema de control absoluto. Dice que la lucha real está allí, en buscarle la vuelta y cortar con esos estándares que imponen a diario. Además de cuidar a las personas más cercanas, darles ánimo y esperanza y exponer su arte. “Si todo es un absurdo al fin, no pueden lastimarte”.