Geraudí González: “En el género breve la precisión se convierte en mi obsesión”

Por Eliana Soza Martínez

 

 

La escritora venezolana Geraudí González Olivares reside desde hace más de dos años en Colombia. Después de una carrera consolidada en su lugar natal, ha encontrado nuevos caminos en el país vecino, en el que se ha inspirado para escribir varios textos. Su experiencia como investigadora y editora le da una perspectiva diferente a la hora de crear, lo que para ella es positivo.

Además de escribir, disfruta leer. Uno de sus géneros favoritos para esta última actividad es la poesía: “Ese ardor lo quiero en mis textos breves, pero en justa pulsación, sin que por ello deba sacrificar la fuerza, el golpe certero”.

Ser parte del colectivo Minificcionistas Pandémicos le abrió la posibilidad de conocer autores y autoras con una diversidad de características culturales, lo que –afirma– enriquece su propio proceso creativo.

A futuro, sus proyectos siguen desarrollándose como editora, investigadora y creadora. La labor de difusión de la minificción será otra sorpresa que nos traiga Geraudí a corto plazo.

–Fuiste directora de la revista Zona Tórrida y actualmente eres editora de El Taller Blanco Ediciones. A partir de tu experiencia, ¿qué características son importantes para que una minificción sea literatura?

–Evidentemente, la brevedad es la característica esencial per se. Ahora bien, no es exclusiva. Existen otras cualidades que también pueden estar presentes en estos textos mínimos. Una de ellas, el carácter poético, el cual permite darle al texto esa cualidad dúctil que lo hace mucho más permeable que otras formas textuales únicas, sin que por ello pierda su literariedad; es decir, sin perder en el camino la capacidad de mantener sus cualidades estéticas que toda obra literaria debe tener.

–Al momento de crear, ¿afecta que seas también investigadora y editora del género?

–Las tres facetas (investigar, editar y crear) no están disociadas entre sí. Cada una posee su propio encanto. El arte está presente en todas, pero indiscutiblemente cada una exige su propio camino a seguir. La prosa, desde el análisis y el estudio, me ha permitido acercarme a la literatura desde una óptica quizás más académica, pero también me ha acercado a la creación desde aristas más próximas a la estructura y naturaleza del texto literario, principalmente de ficción, y muy especialmente de la minificción. Ahora bien, escribir –al menos desde mi propio acto de creación– es un proceso más personal, más íntimo, que me conecta conmigo misma y con otras posibles realidades que solo ocurren en mi cabeza. Y que encuentran asidero perfecto en mi creación literaria, y muy especialmente en la minificción.

–¿Qué temas son recurrentes en tus minificciones? ¿Por qué?

–Inconscientemente hay un interés permanente en la búsqueda interior. Al leer mis textos, tengo una recurrente sensación: la de sentir que escudriño más de la cuenta, que hay algo que desea aflorar pero que incluso así no salta la barrera. Intento, en la medida de lo posible, dejar el exceso para otros textos, pero en el género breve la precisión se convierte en mi obsesión. Como lectora de poesía, recurro, casi sin proponérmelo, a este lenguaje; quizás atendiendo a lo que Octavio Paz refiere en relación con la poesía: “Tiene que ser un poco seca para que arda bien”. Ese ardor lo quiero en mis textos breves, pero en justa pulsación, sin que por ello deba sacrificar la fuerza, el golpe certero.

–¿En qué medida ha influenciado haber salido de tu país natal en el trabajo que realizas?

–En Colombia, donde vivo desde hace dos años y unos meses, he escrito desde la visión de una migrante: es el caso del texto “Viviendo en la Pequeña Venecia”, que inicié en Venezuela y lo terminé en tierra colombiana. Asimismo, han surgido textos del día a día en Bogotá, como “Bogotá fecunda”, “Una niña” y “Policarpa”, por ejemplo, que nacieron de la mirada de una extranjera a una ciudad que se pasea entre el caos y la fascinación con la misma intensidad. Nada de esto ha sido estrictamente planificado, pero sin duda, salir de mi zona de confort, sin caer en dramatismos, ha generado en mí una manera diferente de mirar el mundo. Ahora, desde el Valle del Cauca llega un reinicio en lo personal y quizá también llegue a mi escritura.

–¿Cuál es la experiencia más positiva que te dejó ser parte del colectivo internacional Minificcionistas Pandémicos?

–Poder conocer y contrastar los distintos estilos de los autores y las autoras que conforman el colectivo es una oportunidad maravillosa de aprendizaje, no solo en lo literario, sino también desde las particularidades culturales que cada quien representa según su nacionalidad. En Minificcionistas Pandémicos hay de todo como en botica, y es esa pluralidad la que me hace disfrutar del trabajo individual, así como disfrutarlo también en una perspectiva ampliada.

–¿Cuáles son tus próximos proyectos, tanto en la editorial como escritora?

–En El Taller Blanco Ediciones, seguir trabajando, y muy especialmente, trabajar en la ampliación del catálogo de minificción. Hay mucho que hacer en materia editorial con este género, que sigue ganando impulso en su creación y su lectura. En cuanto a mi trabajo creativo, mis textos mínimos siguen en permanente revisión. Ya veremos qué sucede con ellos después. Asimismo, mi trabajo ensayístico sigue vigente, pues el ensayo y la reseña literaria –y en pocas ocasiones la crónica– son parte esencial de mi trabajo creativo e investigativo desde hace algunos años. En este sentido, tengo un proyecto de difusión de la minificción, que espero iniciar a corto plazo. Así pues, lo que me queda es seguir trabajando en mis oficios preferidos: leer y escribir.

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