Crecer con Quino

Por Mariano Lázaro

 

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A día de hoy recuerdo, aunque sea de manera difusa, aquellas noches en que mi hermana me leía Mafalda antes de dormir. Recuerdo la luz anaranjada del velador cayendo de lleno sobre las páginas, las sábanas blancas resguardándonos del frío, las ajadas hojas de aquel viejo libro verde arrugadas de tanto ir y venir. Recuerdo aquellas noches en que, protegido del paso del tiempo, un pequeño Mariano señalaba una a una sus viñetas favoritas esperando a que su hermana leyese los diálogos. Un pequeño Mariano al que nada le decían las letras, pero que notaba que aquellos dibujos tenían mucho para decir. Mafalda era un libro verde que se abría en las noches para mostrarme el pequeño universo que guardaba dentro. Mafalda era una nena y sus amigos que nunca se cansaban de jugar a los cowboys. Mafalda era mi hermana y su infinita paciencia. Mafalda era Quino, a quien ayer tuvimos la tristeza de despedir sin ninguna curita que pueda cubrir el dolor que nos desgarra el alma.

Se puede escribir mucho sobre Quino, sobre su vida y su obra, pero yo escribo sobre lo que significó para mí. Porque sin que él llegase a saberlo, fue un maestro para miles de niñas y niños dentro y fuera del país. Yo no tendría pensamiento crítico de no ser por su intervención casi divina y sería mucho más ingenuo de lo que soy hoy. Quino fue mi profesor, y desde aquel primer libro de Mafalda, me fue preparando para un mundo que no conocía pero era necesario conocer. A medida que fui creciendo comprendí mejor los remates y las viñetas, y Mafalda dejó de ser solo una nena a la que no le gustaba la sopa para ser la voz de una Argentina muda por los horrores de la dictadura, atravesada por el ritmo furioso de la modernidad. Como el pichón que se ve obligado a dejar el nido, me vi obligado a saber más y más, y ya sea por vicio o fanatismo puro, vi volar mis ahorros en pos de aquellas recopilaciones que sacaba Ediciones de la Flor, para descubrir todo lo que Quino tenía para decirme.

Para quienes crecimos de la mano de Mafalda, el fallecimiento de Quino fue un baldazo de agua fría. Apenas me enteré, le escribí un mensaje a mi hermana y supe que su dolor era el mismo que habitaba en mí. El mismo de tantas otras personas en ese mismo instante. Quino nos dejó ayer, pero podemos agradecer que su trabajo no. Podemos agradecer que haya sido la voz de una Argentina en lucha, la voz que prendió la chispa del pensamiento en tantas miles de cabezas. Podemos agradecer las risas. Podemos agradecer la culpa. Gracias a él aprendimos a luchar contra la censu que tan frecuentemen ciertos hijos de pu promueven en el país, y hoy los niños y niñas que crecimos con Mafalda bajo el brazo somos los jóvenes que no nos callamos ante la injusticia y luchamos contra ella. Mafalda nos enseñó a ser contestatarios, empáticos y mejores personas. Mafalda inspiró a aquel pequeño Mariano que tan fascinado miraba las historietas a dibujar, y es algo que no ha dejado de hacer hasta el momento. Gracias, Quino, por tu vida y por tu obra. Nos va a quedar un café pendiente. Hoy más que nunca vas a estar presente en nuestras mesitas de noche. Hoy más que nunca hacen falta tus viñetas, contra tantos palitos de abollar ideologías que andan dando vueltas por ahí.

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