Luna roja

Por Claudia Pussetto
Ilustración: Lorena Pussetto

Hubo un tiempo que fui hermoso
Y fui libre de verdad
“Canción para mi muerte” – Sui Generis

Se acomodó al ritmo de las bestias, en un intento de aliviar el dolor de espalda que los tirones de la correa le provocaban.  Dejó de mirar hacia abajo y quiso ubicarse, pero no conocía esa parte de la ciudad.  No era diferente de otros sectores: cubiertos por la niebla que apenas dejaba adivinar calles y edificios.  Si pudieran salir de día, tal vez encontraría algo familiar, aunque no estaba seguro.

La distracción lo desvió del camino que marcaban el par de brutos que iban atados adelante y le costó un tirón de la correa hacia la izquierda.

Muchas veces, durante esos recorridos, los recuerdos confusos y dispersos le asomaban a la niebla de la mente. Esta vez visualizó una luna blanca sobre un río. Bajo esa luz había caminado con una mujer, tomados de la mano.  Una sensación tibia, que se le extendió desde el pecho, desapareció en cuanto se dio cuenta de que no podía ver la cara de ella. Miró la luna, ahora roja y la evocación estuvo a punto de esfumarse.

Tuvo una compañera, eso parecía claro esta vez.  Se despejó un poco más y se vio sentado frente a una computadora. Tuvo la certeza de que él había sido uno de los creadores de Tecnos, el tirano.

¿Dónde estará ella? ¿Vivirá? Comenzó a respirar con dificultad.

Intentó mirar adentro suyo, aclararse más. Pero sólo vio una noche negra. Vacío. Un dolor agudo le mordió las entrañas y se le doblaron las rodillas.

No pensó más.  Continuó en esa existencia anestesiada, en la que sobrevivir era lo más importante.

Donde sólo dolía la carne por los tirones del arnés y uno que otro latigazo.

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