Por Mayrin Moreno Macías
El conocimiento implica hacerse responsable, para Gise D’Aurizio. Por eso declinó de esa tibieza que germina de la frase “ignoro lo que pasa porque a mí de esa manera no me pasa” y salió a escuchar y a alzar su voz a favor de luchas (y movimientos) que para ella son un solo universo. “Son consciencias colectivas organizándose, revolucionando…”, dice.
Recuerda que durante su secundaria en la escuela Iaccarini, donde le fascinaba estar al aire libre y aprender sobre la tierra, una vez los llevaron a un matadero en Cañada Seca. “Fue un tanto traumático ver lo que se hace ahí. Luego, dejé de comer animales. Después conocí a Micaela Miranda, activista de acá que organiza movidas, y gracias a ella y a otras personas, hoy sigo despertando sobre las cosas que pasan y sobre cómo actuar, desaprender conductas y exigirles a los gobiernos acción, compromiso. Y respecto de la lucha feminista, tengo tres hermanas mujeres más grandes que yo que han vivido muchas cosas injustas, violentas, y también mi mamá, tías, abuelas. Desde chica vi todo eso, fui parte también, pero no fue hasta que amigas, y el investigar y leer, me hicieron entender que la violencia machista es un síntoma más de un sistema patriarcal que es estructural, histórico, que oprime, destruye, mata. Me cuestiono todo mi actuar, mis hábitos de consumo, mis palabras, el trato con todos los seres, el lugar que ocupo, lo que tengo, y desde ahí a todo este sistema”, dice.
–¿Cómo defines el feminismo?
–Es como un cauce, en el que el miedo se va transformando en amor y el amor es educado en la libertad. Rocío Zamarbide y Lila Napolitano son amigas que seguramente lo pueden definir mejor que yo. Para Vandana Shiva, una pensadora ecofeminista, todas las dimensiones de la libertad son realmente una sola libertad, yo concuerdo mucho con ella y por eso pienso que hay que trabajar en la interseccionalidad para lograr justicia social y ambiental.
Una flecha que vuela
A sus 21 años de edad, Gise cursa el Profesorado de Teatro en el Instituto Profesorado de Arte (IPA). Hace unos días comenzó el Profesorado de Yoga con la Federación Argentina, cuida a sus sobrinos un par de veces a la semana; es artesana y en @umbrellaartesanias (Instagram) publica sus creaciones y día a día aprende y se deja ser artista.
Durante bastante tiempo no le gustó su nombre, Gisella, hasta que buscó el significado y le dio otra mirada. “Gisella significa aquella que es una flecha poderosa. Me identifiqué con la flecha que vuela, que busca un sentido, y que cuando lo encuentra, irrumpe, abre… Soy bastante sensible, loca y creativa”, dice.
Pudo emprender el camino artístico porque sus privilegios se lo permiten, dice Gise. “Tengo las necesidades básicas cubiertas, incluyendo internet y movilidad, además mi madre y padre terminaron apoyándome en lo que hago, y bueno, mi contexto sociocultural, la gente con la que me he vinculado, afortunadamente se expresa con valentía, y eso se transmite, te llega, te da confianza para hacer lo que sea. Luis Bautista, un gran profe de Teatro y Yoga acá en San Rafael, que se nos fue hace poquito, me brindó mucha energía. Gracias a él, cuando tenía 16, conocí estas disciplinas. También muchxs profes del IPA que son muy empáticxs y artistas hermosxs que conocí en el camino me dieron un abrazo interno y me animaron a hacer lo que me gusta: Ramiro Zalazar, Charly Rey, Aluhé Codaro, Marcos Martínez, Lechu Romero, Pablo Balastegui… Les agradezco mucho. Yo trato de ser valiente, para ayudar a alguien creo que tenés que conocerte a vos, y motivar al otrx a que se conozca y para eso es fundamental ser valiente, honestx, cuidadosx”.
El arte: un gran caleidoscopio
Ella no para de descubrir cosas. Cree que por esto quizá pueda caer en la dispersión. “Es un desafío. Se siente miedo, pero después placer, felicidad. Cuesta hacerse cargo de lo que te gusta a veces, más si se trata del arte, porque ¿quiénes viven exclusivamente del arte? Ahora más que nunca se hizo innegable que el arte es una prioridad, pero aun así se sigue desvalorizando”.
–¿Qué encontraste en el Teatro?
–¡Magia! Encontré fiesta, sí, festejo de lo que somos, de lo que hacemos, y al mismo tiempo, reflexión sobre eso. En el Teatro confluyes en un ritual; lo visual, la danza, la música, la literatura, la naturaleza y la complejidad humana se hacen muy evidentes. En el Teatro se hace alquimia, lo diario se convierte en algo inspirador y asombroso.
–De los personajes que has interpretado hasta ahora, ¿encuentras similitudes con tu vida? ¿Sales de tu rincón? ¿Todos estamos conectados de alguna manera?
–Uy, sí. Es que son partes mías. Para hacer un personaje, tenés que ir a buscar eso que tenés guardado, que a veces ni conocés. Entonces si improvisás, jugás, explorás lo que sos y también le das otras alternativas a tu vida. Me he encontrado haciendo cosas que nunca imaginé tras una cámara o arriba de un escenario y aprecio ese vértigo. Siempre estoy saliendo de donde me siento cómoda, está rebueno inquietarse… Sin dudas estamos conectadxs. El arte me ha mostrado todo como un gran caleidoscopio, espejos que se van reflejando.
Aprender a ser libre
Si Gise no se permitiera ser creativa, colapsaría. Es un impulso que le nace desde adentro y por eso lo respeta. “Trato de que mis ojos, mis manos, mi cuerpo entero sepa hacer de vehículo, de puente hacia la gente. No descarto ninguna de mis ideas, las anoto, las comparto. Todo puede servir”.
Sus ojos brillan cuando habla de esa búsqueda espiritual que le permite actuar. Conecta las señales, junta las piezas de un misterio. “Me gusta saber que hay muchas personas que lo experimentan. Intento esencialmente aprender a ser libre, a amar, a dar paz, mi espíritu me pide eso. Creo en un dios que está en todo, en cada quien. Si vamos dándole tiempo y lugar, eso se manifiesta en nosotrxs y crece, da luz”.
–También escribes poesía. ¿Crees que la gente no piensa en la poesía o debería tenerla más presente en su vida? ¿La poesía es un soporte vital?
–Actualmente pensamos en lo estético de manera constante. Nos olvidamos un poco de lo poético porque requiere más profundidad, precisa tener la posibilidad del ocio, del rumiar. Por ahí hay personas que necesitan que su percepción sea estimulada, trabajada, para ver y sentir la poesía cotidiana que hay, y luego poder expresarse. Sí, la poesía es un soporte de vida, es un refugio, una fuente de belleza y una provocación. Poesía para mí es mi familia riéndose de las cosas que hace mi perro Baco, es caminar por las calles de mi barrio, Pueblo Diamante, y que haya murales y carteles diciendo cosas, son los nuevos brotes en la huertita de mi patio, es la gente que pasa por la vereda silbando o tarareando un tema, son todos los mensajes en las redes en los que alguien escribe con el alma, es… mi sobrino de 6 años que conversando me pregunta: ¿Y para qué se hacen las guerras?