Por Carolina Elwart
Leando Ubilla
José Luis Morales
Raúl Alberto Gieco llevaba muchos sueños en su mochila cuando partió de su Santa Fe natal rumbo a la gran ciudad capital. El más grande, el más poderoso de ellos, era el de convertirse en un gran músico. Llevaba solo eso: una mochila, una guitarra, sus sueños y sus jóvenes 18 años. Poco tardó en encontrarse con las grandes figuras de los ’70. Con tres de ellos armaban en el ’74 una banda efímera en su duración, pero no en su legado: Porsuigieco. Formada por Raúl Porchetto, Sui Generis y el mismo Gieco. En 1976 grabarían su primer y único álbum del mismo nombre. El sobrenombre de León para Raúl Alberto nace de una animalada eléctrica en una peña, dejó sin luz al pueblo. Tal vez al iniciar su carrera era un pequeño felino pero con el tiempo y con su compromiso social, su fuerza para gritar las injusticias y su vastísima obra, se fue transformando en el León que es hoy.
«La colina de la vida» es esa cima que subimos día a día, que nos cuesta, que es alta, que nos nos pemite ver el final y que es la vida. Los sueños se acoplan en la espalda, como esa mochila que lleva desde su Santa Fe natal.
“Nunca me creo en la cima o en la gloria / Eso es un gran fantasma”. El creérsela siempre puede ser un problema. Desde esa época Gieco lo afirmaba y lo ha cumplido en toda su vida. Nunca se ha creído mejor que nadie. Siempre ha mantenido los pies sobre la tierra.
“La realidad duerme sola en un entierro / Y camina triste por el sueño del más bueno / La realidad baila sola en la mentira / Y en un bolsillo tiene amor y alegrías / Un dios de fantasías / La guerra y la poesía”. Esa realidad que siempre nos ronda y que inunda en la tristeza al pobre y que está llena de decepciones pero también de alegrías y belleza.
Una descripción bellísima y verdadera de la vida, por eso esta letra ha trascendido tanto tiempo y sigue teniendo actualidad: hay de todo para ver y creer y muchas veces nos encontramos solos. La soledad, ese gran tema de la literatura y de las letras del rock del siglo XX y también del XXI.
“Busco hacer pie en un mundo al revés/Busco algún buen amigo/Para que no me atrape algún día/Temiendo hallarla muerta/A la vida”. Este sigue siendo el mundo del revés, siempre todo dado vuelta, uno nunca termina de acomodarse. El temor a la muerte, a la soledad, a la muerte en vida. El ejemplo de León nos puede impulsar para que no nos quedemos atrapados, muertos en la vida.
Y seguir caminando la empinada colina de la vida, descalzos y solos como vinimos al mundo.