«Seguimos matando culturas, pisoteando creencias ancestrales, discriminando al moreno»

Por Mayrin Moreno Macías

 

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Matías es un joven enamoradizo de la música y eso lo vuelca en sus letras. Puede levantarse preocupado en medio de la madrugada y hasta que no plasma eso en un papel, la intranquilidad no se va. “Me he dado cuenta de que he escrito canciones pero he grabado poco, así que me he puesto a trabajar en ello. Abrí una página en Facebook para empezar a subirlas. Me cansé de versiones, de covers. Con mis letras pasa que una vez que las tengo, improviso sobre ellas y sale otra canción. Es medio raro. Hace poco hablé con Dorian Maronich y me recomendó ponerme a trabajar sobre cada letra, que me tomara el tiempo para buscar su melodía, hacer arreglos, es un trabajo y tengo mucho por delante”.

Habla de Chavela Vargas y sus excesos, de Luca Prodan y Sumo, y de la música, en la que Matías encuentra un refugio. «No te lo podría explicar con palabras, pero es mi camino. Hay veces que me siento tan bien escuchando la música que empiezo a improvisar».

Sus temas reflejan lo que piensa de la Policía, las clases sociales, el racismo, la discriminación, la situación económica… “A muchos les marca la vida una comisaría, si un policía te ve mal vestido o porque tienes cierto color de piel o piercings en tu rostro”.

La primera vez que Matías tocó en la calle fue gracias a Sol Lucero. Fue antes de las fiestas de Año Nuevo. Se cruzaba a Sol en la casa de un «trosko» y le decía: “Solcito, ¿cuándo vamos a salir a la calle?”. Hasta que un día se fueron al bar de los chinos. Ella con el acordeón y él con la guitarra y ambos con sombreros. “Fue tenso, estaba nervioso, me costaba mirar a la gente, transpiré todo, demasiado pánico. Me enseñó a hablar fuerte, a tener buen trato con la gente, a recordar el respeto a la gente, y después me soltó. Me dijo: usted, compañero, puede salir a tocar tranquilo solo. Me volví un  poco más canchero”. También hizo unos talleres de canto y teatro con Le Pí cuando estudiaba en el Instituto Profesorado de Arte (IPA), hasta que se despidió de ese lugar y de sus compañeros.

 

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Rescatarse a tiempo

En esta cuarentena Matías Marchán estuvo enojado. Ya tenía una crisis existencial  poco antes del aislamiento y cuando se decide a conquistar el mundo, ya no se podía, así que tuvo que enfrentar esa situación. Le place que la Isla, donde vive, es más retirado del centro y se puede caminar.

Sus emociones también salieron a pasear. Se sentía ahogado e intentó llegar a la raíz de esos conflictos internos. “Una forma de enfrentarlo es hacerse cargo de las acciones. Responsabilizarse de lo bueno y lo malo. Si hacés acciones buenas, te traen buenos resultados. Me junto con amigos mayores de 60, 70 años y también con más jóvenes, inclusive niños, yo tengo 24, y aprendo de cada uno de ellos”, dice. Resalta que es una edad de mucha inseguridad, de cumplir con los mandatos sociales, las redes, estar pendiente de la aceptación del otro. “Subís una foto a Facebook y esperás que tenga likes, comentarios; cuando eso no ocurre, te genera un vacío y una duda con vos mismo que no debería existir. Pero también me ha pasado que las uso como catarsis, me he desahogado en el teclado”.

Advirtió que no es un juego, “hay que saber darse cuenta cuando las cosas se te van de las manos y rescatarte a tiempo”, dice.

 

RECOMENDACIONES

Me gusta escuchar en los momentos bajones “Renacimiento”, de Kase O.

De Spinetta, “Todas las hojas son del viento” y “Durazno Sangrando”.

Anselmo de Mendoza fue un poeta genial, muy lindas letras. Además de escribir tonadas, hacía música de otros países. Hay un bolero que se llama “Señora”, es mundial, muy bueno, un tipo muy moderno para la época.

 

Unas palabras y un poema de Matías

matías2Me ha llamado mucho la atención ver tanta desunión y conflicto en América. La violencia aumenta desmedidamente contra los más vulnerables, seguimos matando culturas, pisoteando creencias ancestrales, discriminando al moreno, haciendo vista gorda al odio de clase que va creciendo junto con la avaricia, la violencia de género, la pedofilia, la megaminería, incendios, violencia policial y del Estado, inflación, virus, todo eso junto… La gran decadencia de valores se hace notar en cada rincón, favela, villa, barrio marginal… Han aumentado el número de comedores y de merenderos. Dándole cabida a la indiferencia, nos alejamos uno del otro, dándole cabida al odio, nos ponemos en perfil de juez.

Hemos perdido la capacidad de asombrarnos y de empatizar porque así lo quieren ellos, los de arriba, el poder, ignorantes con dinero contra los pobres ignorantes, en fin, ellos necesitan gente que no se pregunte nada y no pueda decidir, pero pueda ir a votar. Algún día esto se acabará, estoy seguro, con cada abrazo y gesto de amor, que a todo le gana. El trabajo que debemos hacer es ser conscientes y creativos, sabiendo que hay cosas que nos ocultan, basta de resignarnos y de no decir nada ante las injusticias.

¿Cuánta sangre de inocentes tiene que derramarse para que despertemos y nos demos cuenta de que este gran embrutecimiento masivo es una herramienta más de los poderosos? ¿Tiene que pasarnos algo para empezar a movernos? Nos ocultan la verdad, la desunión y el odio no pueden ganar. Son tiempos de cambio, despojémoslos del poder que tienen de matarnos, discriminarnos y humillarnos. Sí, van a tener que arder los edificios del poder, arderán con el fuego del amor, se hará justicia por cada inocente asesinado…

Este trabajo recién comienza de la mano de artistas, periodistas que promueven la verdad y escuchan relatos de las diferentes víctimas, diferentes formas de sobrevivir a este gran plan, madres y hermanos, todos parte, y juntos darnos cuenta de que los que nos gobiernan están contaminando a la población con pescado podrido e información falsa. ¡Despertemos!

 

 Pa’ los negros haitianos… paz

¿Por qué nadie me ve? Seré ignorante, pero amo, yo respiro hace mucho tiempo este caos, esta guerra, la paz que me brindan es tan falsa como su discurso, quieren que me extinga, me gritan «negro», me insultan «¡sucio!»

Mastico y trago un ancestral malestar de sangre y tierra, sangre y carne, odio y hambre, muros y alambres

La indiferencia duele más que el palo que me golpea, que me reprime

Me quedé sin tinta, sin papel, pero sé muy bien que no voy a rendirme

Sé también que morirme es parte de un ciclo

Luchando ando por mis derechos por vos, por aquel

Que no te dé lo mismo

Me acompaña una indestructible melodía que inventé y es lo suficientemente hermosa que me hace seguir, seguir de pie

Soy fiel a mí

A mi ser

Me niego a aceptar esta desigualdad

Me niego a callar y aguantar

Tu silencio

Tu crueldad

Porque  siempre fui el malo, el vago, el negro

Según ellos

Pero yo soy, y nada me impide ser, soy pureza, soy rabia y sed  soy miedo, soy dolor y pena, soy libre, no quiero, no necesito

Que me hostigues

Ni me investigues

No me voy a callar más ante mis injusticias, soy diferente, soy mala yerba entre esta gente, soy un poeta, soy un bohemio, soy parte del cometa que brilla a lo lejos, en el cielo…

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