Por Julio Nadeo
Ilustración: Jonás Angarita
Eran las nueve de la noche. Llegó a su casa, se sacó la ropa del día, puso a lavar el equipo de protección personal, y entró a bañarse. Luego se sirvió un café. Había sido un día largo. Últimamente le arden los ojos y se le nubla un poco la vista al final de la jornada. Le pasó alcohol al celular y abrió el informe diario en la página del Ministerio de Salud: “Veinte casos positivos, un solo fallecido”. Inspiró profundo y exhaló sonriendo con cierta satisfacción. “Menos casos, un solo muerto. No está tan mal”, dijo.
Se recostó sobre la mesa. Se estaba quedando dormido cuando lo sacudió la vibración del teléfono. Era su hermana. No quiso atenderla. Lo apagó y se tiró en el sillón decidido a dormir. No cenó. Dejó la televisión encendida en el canal de noticias. Mientras dormitaba, escuchó cómo el conductor del noticiero anunciaba, exultante, los pocos casos positivos del día y una sola muerte. “Se trata de una anciana del hogar Nuestros Abuelos Felices, del barrio de Flores. Estela Isabel Núñez. Tenía 83 años y era diabética”.
Abrió los ojos y apagó el televisor. Había muerto su madre.
